CAPÍTULO 12| Adrián

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Chelem siempre era capaz de conseguirse un par de cervezas o licor. Él había cumplido ya sus dieciocho, así que en realidad en ese instante no era tan difícil. Lo esperé en el auto mientras compraba lo que tomaríamos con el resto de los chicos que se suponía ya estaban esperando en la caseta.

Suspiré una vez más, mirando la oscuridad de la noche y pensando en Belén. Había hecho mal, lo reconocía. El sinsabor no se iba de mi cuerpo junto al arrepentimiento. Seguía enojado con ella, pero no podía negar que extrañaba hablar con ella como era costumbre. Me preguntaba, más que todo, si ya se había dormido o si estaba descansando sin mi llamada. Debía estar preocupada y sintiéndose mal.

—Soy un idiota —susurré a la nada, dejando que mi cabeza cayera en el volante. Yo manejaba esa noche. No tenía pensado tomar para que luego Belén tuviese otra razón para estar enojada conmigo. Esa noche yo manejaría.

No importaba que tuviésemos clase al otro día. En realidad, yo, junto a Chelem, faltaría por una reunión que teníamos con las otras manadas. La manada liderada por los Martins cambiaría de alfa, así que las familia alfa y beta de las manadas alrededor debían asistir a la reunión para conocer a quien tomaría el control.

Las manadas éramos como países dentro de la enorme cuidad que era la protección, teníamos relaciones políticas con otras manadas que debíamos cuidar para mantener una paz. En el pasado una manada no solo se tenía que cuidar de los vampiros; también había que hacerlo de los licántropos.

La puerta se abrió. Chelem entró llevando consigo una caja de cerveza que dejó en sus piernas. Aunque yo manejara, estábamos en su auto. No me preocupé por la cantidad de cervezas que llevaba para solo cinco chicos. El alcohol en un licántropo no era tan fuerte como en un humano. Nuestra resistencia aumentaba mucho, así que tomaba su tiempo emborracharnos, aunque lo hacíamos.

Él, cuando me miró, también se quejó en voz alta y muy exagerada a mi parecer.

—Oh, hombre. Te dejo por unos minutos a solas y vuelves a tener esa mirada de cachorro pateado. Sácate a Belén de la cabeza, fue ella quién te mintió como para que tú te sientas mal.

Fruncí el ceño, apretando el volante del auto. Chelem a veces me molestaba. Se notaba que su estima por Belén solo salía a relucir cuando necesitaba de su medicina o ayuda. De resto, parecía odiarla.

—Entiendo la razón por la que lo ocultó, Chelem. Me enoja es que no se haya defendido. Si no me lo iba a decir al menos que les devolviese el golpe.

—Ralph o Julia no sentirían ni siquiera su puñetazo más fuerte. Hablamos de Belén, Adrián, una chica de un rango demasiado bajo. Incluso su amiga tiene más fuerza que ella. Sus transformaciones aun le duelen y si no fuese por su medicina no le serviría a la manada.

—¿Qué clase de líder serás cuando tu padre deje su puesto si estás viendo a las personas solo como un soldado, Chelem? Son seres como tú, no solo un objeto que se mide en utilidad. —Mi amigo resopló.

—Lideraré la manada tal como mi padre lo hace. Aun si Belén no sirviera para nada podría estar dentro de la protección.

—¿Pero no dentro de tu territorio? —Adiviné el hilo de sus pensamientos. Sonrió, como si fuese un maldito chiste toda la conversación. Suspiré, negando—. De verdad espero que la vida no te castigue con un heredero incompetente.

—Eso no pasará —aseguró muy confiado—. Loren es magnífica y fuerte, me dará hijos tan fuertes como ella y yo... de hecho, estamos planeando que quede en embarazo dentro de dos años, ya sabes, para que la luna de hielo le dé más fuerza a nuestro bebé y ser la familia más fuerte, no solo de esta manada. ¿Te lo imaginas? Nadie podría con nosotros.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora