La vida de madre se ha vuelto bastante rutinaria. Cada semana viene una asistente social, sin decirnos día ni hora, sólo llama avisando que en un momento pasará y que estemos en casa.
Después de eso, es lo mismo todos los días. Aunque con estos niños nunca se sabe que pasará. La última vez Alba se hizo hasta la cabeza de popo, los niños solo reían porque yo la tenía que cambiar y cuando le saqué el pañal para bañarla salió gateando por toda la casa.
Algo nuevo es que intenta caminar pero no le sale tan bien aún, pero gateando ya sale más rápido que sus hermanos.
Nikolai no está mucho en la casa, sino más en sus gran oficina. Según él está haciendo un trabajo muy peligroso y es mejor que nos mantengamos alejados de todo eso.
Mientras, él se pierde de toda la diversión con los niños, yo los disfruto al cien por ciento. Hacemos casas con sábanas en la sala y jugamos a todos los juegos de niños. Hoy como no hace frío nos propusimos acampar en el patio trasero.
- ¿Cómo vienen con eso? - pregunto mirando como intentan cargar la carpa entre Drako y Erkan, pero por su pequeña contextura física no pueden.
- Ya casi llegamos - dice Drako.
- ¿No lo podemos armar aquí? - pregunta un cansado Erkan. Largo una gran risa y los miro con mucha ternura. Alba que esta agarrada a mis piernas intentando caminar también se ríe.
- Ya los ayudo - les digo mientras me dispongo a agarrar a Alba para dejarla en un lugar seguro donde no se escape y tampoco intente matarse. Últimamente mi deber es evitar que ella se mate en todo momento y la muy descarada sólo ríe después de casi morir.
La dejo en el pasto lejos de todo lo que traje para acampar pero con almohadas a su alrededor, una vez veo que no va a, probablemente, morir me dispongo a ayudar a los niños. Pero me llevo una sorpresa cuando al darme vuelta los niños están siendo ayudados por Nikolai.
- Sami tenemos otro integrante para nuestra pijamada en el patio - dice Drako saltando y super ilusionado.
- Eso parece - digo entre dientes. Nikolai me mira como pidiendo disculpas y permiso al mismo tiempo, yo solo asiento y él comienza a sacar la carpa de su bolsa con ayuda de los pequeños traviesos.
Tomo a Alba de sus bracitos y la ayudo a caminar mientras la carpa es armada. Una vez montada y clavada al piso, los niños saltan y ríen esperando por meterse. Alba grita e intenta decir algo para los niños, pero nadie la entiende. Ellos se meten y Alba da sus primero pasitos sola, pero luego cae y sigue a los niños dentro de la gran carpa.
- Lo siento - dice Nikolai. Yo lo observo, pero no hay mucho por hacer.
- No lo vamos a hablar ahora - digo de forma severa.
Él asiente y no metemos a la carpa con la canasta llena de comida chatarra que traje para ellos. En realidad, son dulces, palomitas y algunos refresco, todo lo que el pediatra dijo que no, pero es que ¿cómo van a comer su comida saludable si no le damos algo de lo que les gusta antes?
Después de varios juegos, varias historias de hadas y unas cuantas canciones para dormir, los niños por fin se durmieron. Los llevamos a sus camas y luego volvemos a acomodar lo que quedaba en el patio.
- ¿Ahora podemos hablar? - pregunta cuando salimos al patio para guardar lo que quedaba afuera.
- No hay nada para hablar - digo seca mientras me meto en la carpa y pongo cada recipiente en la canasta.
- Vamos Sam - habla Nikolai metiéndose - lamento no haber aparecido por una semana...
- Dos - le corto mirándolo.
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La esposa de un Volkov
Novela JuvenilSamantha vive en uno de los peores suburbios, es huérfana, y cuando pudo escapar del orfanato para vivir sola aparecen hombres con máscaras y capuchas que la meten en un auto y le inyectan algo que la adormece en segundos.