Las luces se apagaron y los hombres que cuidaban fuera de las habitaciones ya estaban en sus puestos.
Miré por la perilla y el señor de nuestro pasillo ya estaba a punto de quedarse dormido. Sentía que mi corazón latía a mil pulsaciones por segundo y tenía miedo de que lo escuchara o a mi respiración agitada.
Venía estudiando todo lo que pasaba cada noche, luego de que el señor se quedara profundamente dormido, nadie andaba por los pasillos en las siguientes tres horas. También me había enseñado un chico como abrir puertas con pasadores, lo que haría que pueda salir de este sucio agujero.
Abrí la puerta de mi habitación, que compartía con tres chicas más, las cuales dormían como tronco. Cerré muy despacio la puerta y en puntas de pie caminé por todo el largo del pasillo en dirección contraria al guardia, llegué a las escaleras que llevan a la planta baja y observe como no había nadie. Bajé muy sigilosa, y cuando llegue al ante último escalón veo como un guardia camina por el pasillo que va de las oficinas al comedor.
Mi corazón, que ya había logrado acostumbrarse a la taquicardia, se paró en seco y se saltó tres pares de latidos, pensé que era el fin, que me descubrirían a tan solo unos metros de mi objetivo: la puerta de salida.
Pero todo se pintó de rosa cuando solo se alejó y no volvió, asomé la cabeza y al ver que nadie venía corrí ágilmente hasta la puerta que daba entrada a este infierno, y salida a mi libertad. Ésta se encontraba abierta para mi sorpresa, así que con suma cautela salí y corrí. Corrí tan fuerte como si mi vida se fuese en ello, corrí tan lejos como mis pulmones me lo permitieron, corrí porque ahora era libre.
Llegué a un callejón oscuro y con olor a cosas horrible, pare y me apoye en una pared a recuperar el aire y empezar a creer que ahora era libre.
¿Qué voy a hacer? ¿Conseguir un empleo? ¿Dónde voy a vivir? Bueno, tal parece que no pensé todo muy meticulosamente como había creído.
Salgo del callejón, más calmada y con energías renovadas. Camino varias cuadras sintiéndome observada, pero le hago caso omiso, claro que nadie me seguía. Llegué a un parque en el que había muchos árboles y muy altos, sentí el olor de la brisa veraniega y sonreí, definitivamente este era un nuevo comienzo para mí.
Veo a un hombre encapuchado caminando en mi dirección, un escalofrío me recorre la columna pero no pienso en nada malo. No pienso en que puede ser un violador, mucho menos un asesino y ni cerca un secuestrador.
Okey, el miedo me recorre el cuerpo y empiezo a aminorar mis pasos, me abrazo a mi misma y cierro los ojos mientras pienso qué hacer.
¡Mierda! ¡Voy a morir!
Y como si hubiese sido previsto, ni mucho menos anticipado, el encapuchado se me pone en frente y cuando intento dar la vuelta hay dos hombres más, iguales a él, con pasamontañas y con capuchas.
- Ahora si - murmuro resignada - ya valí vergas.
Intento salir corriendo pero el encapuchado 1 me toma por el brazo, comenzamos a forcejear y los otros dos me toman por el otro brazo y los pies. Grito, pataleo, me muevo cual serpiente, pero nada sirve. Nada va a evitar que me quiten mi libertad de nuevo. Me meten en un auto negro y se suben dos a mi lado, mientras el que se sentó delante toma una jeringa, la persona a mi derecha toma mi tobillo, y aunque parecía pez fuera del agua, me inyectaron todo el líquido.
- Oh Oh - pude decir antes de caer en un completo sueño.
Les contaré un poco de mí. Soy Samantha Petrov, no tengo padres, al parecer mi padre era un alcohólico y mi madre sufrió depresión post parto y me dejó en un orfanato para después tirarse de un puente.
Así que crecí ahí, en ese horrible infierno más parecido a una cárcel que a un orfanato.
Por si se preguntan el nombre ya lo traía puesto, yo me inventé el apellido.
Okey, nunca tuve amigos, y tampoco es algo que me importe, las perras con las que compartía habitación eran odiosas y jamás me incluían en nada.
Tengo 17 años y en poca más de un mes cumplo los 18, por lo que me iban a largar a la calle de igual manera pero yo no aguantaba un segundo más. Además, siempre se rumoreaba que a las chicas que cumplen los 18 ahí dentro se las llevan a un lugar donde le hacen hacer cosas horribles a todos los guardias, y luego si no les gustaba las largaban a la calle, así que fui más inteligente y me largué.
Obvio que esperaba encontrarme algo mejor que esto. Me sorprendió con la ligereza que me levantaron los matones, no es que mi contextura física sea mala, de hecho nos obligaban a tener clases de gimnasia y nos daban alimentos saludables. Algo odioso para un niño tener que comer solo verdura y nada normal. Así que mi cuerpo tiene una gran cantidad de masa muscular, y también tengo mucha fuerza.
Na, no es cierto, un niño de 10 años me puede voltear.
Solo espero que me lleven a un sitio donde hayan flores, campos silvestres, donde podamos cosechar flores y ser todos buenos compañeros.
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Bea Miller - feel something
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La esposa de un Volkov
Novela JuvenilSamantha vive en uno de los peores suburbios, es huérfana, y cuando pudo escapar del orfanato para vivir sola aparecen hombres con máscaras y capuchas que la meten en un auto y le inyectan algo que la adormece en segundos.