[SEGUNDA PARTE DE ROJO SANGRE]
Anna Hooper siempre ha deseado tener una vida normal, sin tanto lío ni dolores de cabeza.
Esto poco a poco se estaba haciendo posible para ella.
Sin embargo, no puede sentirse feliz y no entiende por qué.
Tiene lo que...
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El temblor se apoderaba de un cuerpo blanquecino sobre las tierra fría, bajo la oscuridad de una noche insondable sus sollozos se oían como un eco entre la neblina.
Sus pies descalzos se removían, sucios y lastimados mientras un hombre se acercaba a ella con el filo de una navaja brillando a la luz de la luna. Los sollozos de la chica aumentaron y trató de levantarse, pero las ataduras de sus manos a sus espaldas y la de sus pies se lo impidieron, y solo la hacían trastabillar sobre el suelo.
—Parece que tu tiempo se agotó.
La navaja se alzó en vilo dispuesto para la siguiente acción y ella gritó...
De un brinco me desperté y el colchón se estremeció ante ello provocando que un Eithan aturdido a mi lado abriera sus ojos y me tocara para comprobar que estuviera bien.
Suspiré y volví a apoyar mi cabeza sobre su pecho respirando con inestabilidad.
—¿Pesadillas?—inquirió con voz ronca.
Asentí con la cabeza, abrazando su cintura con miedo.
—Tranquila, nada malo pasará—susurró y me besó la coronilla de la cabeza.
—Creo que soñé con Sam—musité con voz temblorosa—fue horrible.
—Ella va a estar bien, la encontraremos. No te preocupes—me acarició el cabello con suavidad y por un momento quise creerle aunque sintiera que sería algo complicado.
Luego de un rato en esa posición sin poder conciliar el sueño de nuevo, me removí del agarre de Eithan quien ya se hallaba dormido de nuevo. Lo miré unos segundos bajo la poca luz que se filtraba por la ventana de la habitación, seguro estaba tan cansado que por eso le era difícil mantenerse despierto.
Sabía que incluso para él, la situación estaba siendo estresante, y si antes estaba preocupado, no quería imaginar cómo estaba en esos momentos. No merecía tener esa revolución de sentimientos solo por estar cerca de alguien como yo.
Suspiré en voz baja y me dediqué a bajarme de la cama, en el camino lo arropé con las sábanas. Él se había negado a meterse entre las mismas para no incomodarme y se había acostado encima de estas, exponiéndose al frío de la noche.
Sonreí con tristeza y salí de la habitación a pies descalzos, estaba tan cansada y quería poder dormir, siendo esto lo único que en esos instantes podría calmar la ansiedad que sentía. Bajé las escaleras con cautela, asegurándome de que nadie estuviera por ahi, y me dirigí a la cocina con tranquilidad. Por esos momentos necesitaba un poco de paz, pensar a solas en todo lo qu estaba ocurriendo y tratar de buscar una solución que no fuera la que siempre se venía a mi cabeza. Esa que no solo solucionaría rápidamente el problema, sino que lastimaría a muchas personas.
Pero... Aun así era la más viable en muchos aspectos.
Entré a la cocina y de inmediato brinqué del susto preparándome para salir corriendo ante la figura vagamente iluminada por la luz que entraba de la calle. La mencionada figura volteó con la boca llena de comida y la dichosa luz hizo notar los cabellos blanquecinos que tanto lo caracterizaba.