[SEGUNDA PARTE DE ROJO SANGRE]
Anna Hooper siempre ha deseado tener una vida normal, sin tanto lío ni dolores de cabeza.
Esto poco a poco se estaba haciendo posible para ella.
Sin embargo, no puede sentirse feliz y no entiende por qué.
Tiene lo que...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El agua se mecía con el suave viento, el sol aún no se escondía, pero pronto se haría de noche.
Después de que armaramos las tiendas de campaña, o en el caso de sam y yo, que adam las armara, los profesores nos dieron pase libre para descansar ya que al día siguiente las actividades planeadas empezarían.
Solo pensarlo me ponía nerviosa.
No era buena en nada que implicara esfuerzo físico, y era probable que eso fuera lo que tenían pensado ponernos a hacer.
La mayoría al oir que podíamos descansar por el resto del día, corrieron a quitarse la ropa y se lanzaron al lago con los gritos de advertencias de los profesores que les decía que no se sobrepasaran.
Aún así, siguieron alocandose en el agua y los profesores no pudieron hacer mas que vigilarlos de cerca.
Por mi parte, solo miraba todo sin atreverme a estar cerca del lago donde adam intentaba enseñarle a sam a flotar o a nadar siquiera siendo esto muy complicado si su estudiante le tenía miedo al agua.
Y no podía culparla, yo misma estaba así en esos momentos. Ni siquiera sabía por qué, sólo me daba pavor y no podía hacer nada para que fuera lo contrario.
Suspiré y acomodé mi espalda contra el tronco de un árbol, viendo a sam pegarse a la espalda desnuda de adam como un orangután, reí un poco negando con la cabeza, adam se veía como si quisiera ahogarla pero a la vez, era como si recordara que sam era lo más cercano a una hermana menor y se le pasaba.
Mientras los miraba estaba segura de dos cosas: que sam no aprendería a nadar tampoco esta vez y que mi espalda se entumecería pronto si seguía sentada.
Resoplé masajeandola con una mueca de dolor, y decidí tirarme boca arriba sobre la manta donde me hallaba sentada, tomando las mochilas de los chicos como una almohada improvisada y observé los últimos rayos de sol asomándose entre la copa de los árboles.
Exhalé aire relajándome por unos segundos, segundos en los que el cielo pareció oscurecerse con más rápidez. Ya no había un cielo amarillo pálido con toques de arrebol, ahora era oscuro, sin una sola estrella y con el reflejo de la luna iluminando un poco las nubes que intentaban ocultarla.
Aquel paisaje era demasiado conocido para mi. Esa sensación de déjà vu me molestaba cuando no podía diferenciarlo de la realidad. Entonces de pronto el rostro distorsionado y borroso de alguien me miró desde arriba, ocultando el poco tramo de cielo nocturno que podía apreciar.
Una gota cayo sobre mi rostro, cálida.
Di un brinco al precibir que me sacudían, y al abrir los ojos, descubrí que aún era de día. Parpadeé confundida, había sido muy real.
Miré a la persona que inclinada hacia mi me había despertado. Era el chico moreno que si no estaba mal, era parte del equipo de fútbol.
—Hey, me sorprende que no te hayas despertado—fruncí el ceño ante sus palabras y él señaló hacia el bolso bajo mi cabeza—un teléfono ha estado sonando desde hace mucho rato, y creo que está allí adentro.