[SEGUNDA PARTE DE ROJO SANGRE]
Anna Hooper siempre ha deseado tener una vida normal, sin tanto lío ni dolores de cabeza.
Esto poco a poco se estaba haciendo posible para ella.
Sin embargo, no puede sentirse feliz y no entiende por qué.
Tiene lo que...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mi mundo se detuvo desde entonces, las siluetas desdibujadas de las personas era lo único que veía en esos momentos en los que las paredes blancas me rodeaban. Mantenía la cabeza recostaba contra la pared, viendo el techo como si de ese modo pudiera dejar de pensar.
Le habíamos dado la noticia a mi mamá, y como era de esperarse, su reacción fue dolorosa hasta el punto de tenerla que llevar a un hospital para que fuera atendida debido a la tensión baja que el shock le había causado. Sobraba decir que la culpa me estaba carcomiendo y constantemente me preguntaba si aquello estuviera pasando si no hubiera existido.
Y llegaba a la misma conclusión. Debía simplemente no haber nacido.
Porque entonces Eithan tendría a sus padres, Adam tendría a su padre al igual que Nick y Rebeca tendrían a sus familias, James estaría viviendo su vida de empresario, teniendo citas y construyendo un hogar con alguien, como cualquier persona normal.
Pero yo lo había arruinado todo.
Me froté los ojos que ya me ardían de tanto llorar mientras me erguía para ver al doctor que se acercaba a nosotros. Eithan había estado a mi lado todo ese tiempo, pero en ningún momento había tratado de callar mis pensamientos y en cierto modo, se lo agradecía.
—¿Cómo esta ella?—inquirí, mi voz salió rasposa.
—Está estable, no tienen de qué preocuparse—el doctor les sonrió—así que podrán llevarla a casa en máximo una hora para darnos tiempo monitorear como avanza, pero si se pone mal de nuevo entonces la dejaremos aqui por esta noche.
Asentí con la cabeza, agachando la vista.
—¿Podemos entrar a verla?—le pregunté.
—Por supuesto, adelante—aseguró prosiguiendo a retirarse, Eithan le agradeció en voz alta para voltear a verme preocupado. Yo tan solo observaba la puerta de aquella habitación como si no supiera si era correcto entrar.
—Sé lo que estás pensando—musitó dandome un beso en la cien—ve, ella te necesita.
—¿Y si ahora me odia?—murmuré mirandolo con miedo en los ojos, estos picaron por las lagrimas retenidas.
Él nego con la cabeza, rodeandome con sus brazos.
—Ella te ama, pero también amaba a James. Es obvio que le haya dolido, aunque eso no cambia nada en como se siente por ti—me dijo, alejandose para verme a la cara—confia en mi, ella te necesita ahora más que nunca.
Sorbí por la nariz, reteniendo las lagrimas de nuevo y tras un suspiro hondo, me aparté para aproximarme a la habitación. Desde la ventanilla de la misma, era visible el cuerpo de mi madre sobre la camilla, con sus ojos cerrados mientras una de sus manos masajeaba una zona de su cabeza.
Tomé aire y entré aún en contra de los pensamientos intrusivos en mi cabeza, de inmediato sus ojos agotados se alzaron hacia mi y me observó fijamente, triste.