Ahora mismo lo seguiría a cualquier parte. Sin saber hasta donde la llevaría. Solo es consciente del recuerdo y de la sensación de la mano de Naruto en la suya.
Comprendía de cierto modo, la preocupación de su padre.
Las sospechas. La angustia que eso suscitaba. Ella sabía lo que le preocupaba. Solo tiene dieciséis años. Y él, dieciocho.Hinata está observando por el ventanal de su habitación, como si esperará a que Naruto apareciera frente a esta.
Su padre, entra a la habitación, para despedirse.
—Está noche llegaré tarde —dice—. Puede que no llegue a cenar. Probablemente coma algo por ahí.
Ella no contesta, esta perdida en sus pensamientos.
—¿Hinata? —insiste.
—¿Qué? —replica de mal humor, volviéndose hacia él.
—He dicho que volveré tarde. Esta noche tengo el velorio de un amigo.
—Muy bien. —responde ausente.
—¿Qué vas a hacer hoy? —pregunta.
—Seguramente revolverme en mi propia miseria, gracias a ti —gruñe.
Hiashi se queda un momento congelado en el umbral, sin saber que responder. Parecía indeciso, incluso arrepentido.
—Hija, entiende, yo... —titubeó.
—Chao, Hiashi —lo interrumpió Hinata. Honestamente no tenía ganas de escucharlo.
No lo merecía.
Tampoco le importaban sus excusas de que se preocupaba por ella. En realidad, muchas veces pensaba que muy poco le importaba lo que sintiera. Simplemente Hiashi era un padre que creía que tenía poder y autoridad sobre todas las decisiones de sus hijas.***
El incidente era bastante extraño de por si, piensa Maito Gai. Tres sospechosos. Dos de ellos, no parecen tener ningún perfil en ningún lado. Otro resultaba ser Naruto. Un chico con una vida algo complicada, pero que era amado por todos y presuntamente respetable, tiene dos coartadas.
Su mejor amigo Sasuke: que admite y promete bajo juramento que Naruto nunca estuvo en esa fiesta.
Sai, su otro compañero: que tiene pruebas, videos en concreto, de que Naruto estaba ese día con él en la premier de una película.
Se le incautó una vez una bolsita con una pastilla de extasis y presuntamente él había consumido una dosis. ¿Testigos? Ninguno. ¿Cómplices? Sara.
Sara, de la cual sus antiguos compañeros de clase explicaron sus comportamientos erráticos y agresivos, diciendo que cuando vivían en la misma facultad, le encontraban drogas y alcohol. Y ahora decide desestimar la denuncia.
Tiene que ser una broma, piensa Gai.
—Qué oportuno... —comenta uno de sus compañeros, el oficial Iruka, detrás de él.
Se paran brevemente ante la puerta de la casa de Sara. Gai estira la mano para detener a Iruka.
—¿Cabe la posibilidad de que la señorita Sara estuviera fingiendo?
Iruka lo mira sorprendido, como si ni siquiera se le hubiera pasado por la cabeza.
—No lo creo —contesta lentamente—. Tiene algunos problemas. Pero la foto es la foto. Esa chica sufrió un ataque sexual.
Gai asiente pensativo. Entran en el pequeño departamento privado. La madre de Sara está sentada en una silla. Con todos alli, el espacio parece abarrotado.
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|En tus zapatos|
FanfictionDicen que cuando pides un deseo: a veces esta el demonio. Para joderte la vida, solamente. Una historia tan divertida y dramática tiene muchos demonios y hay que estar alerta a no caer en sus garras. Por suerte, no hablamos de uno literalmente; Hi...