Capitulo 34

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—Supongo que mandarán a buscar las cosas de Sara —dijo Naruto, que guardaba sus libros en un armario vacío y viejo. Minato y Kawaki estaban ocupados apilando  el equipaje junto a la puerta. Su habitación ya estaba prácticamente vacía.

—Pobre chica —dijo el padre de Naruto, que estaba acompañándolo mientras él permanecía sentado sobre la cama. Ya había quitado las sábanas y las había enrollado. No dejo que nada le impidiera empacar: aunque no quería despedirse de sus amigos, ni tampoco de Hinata. Pero necesitaba viajar, salir un tiempo de la ciudad. Estar ahí le parecía demasiado.

—¿Toc, toc?

Los tres se volvieron y observaron a Hinata de pie, junto a la puerta. Se estaba balanceando tímidamente sobre sus talones, esperando entrar.

—Ah, hola. Me alegro de que hayas venido —le dijo Naruto, con una pequeña sonrisa en los labios. Una noche de descanso en un hotel en la ciudad les había hecho bien a todos: Hinata se veía increíble, con una túnica que dejaba al descubierto uno de sus hombros y unos vaqueros ajustados. Sus botas de combate estaban raídas, algo desgastadas, pero totalmente a su estilo.

—Llevaremos los bolsos al auto y nos iremos primero —propuso su padre y le lanzó una mirada sutil. A pesar del gesto, Naruto agradeció el momento de privacidad—. Nos vemos.

—Fue un placer volverlos a ver —le dijo Hinata mientras ellos se marchaban.

—Igualmente, cariño —le dijo Minato, haciendo un gesto de aliento desde la puerta, sin que Hinata lo viera.

Las sábanas enrolladas se unieron a sus libros. Naruto luego tuvo que ejercer presión sobre su maleta para que cerrara.

—¿Ya avisaste a tu hermana? —le preguntó él.

—No exactamente. Le comenté lo que ocurrió, pero todavía estoy esperando a papá...

Naruto dejó la maleta atiborrada en el suelo.

—¿Viene a buscarte? ¿Eso significa que...?

Hinata sacude la cabeza con una expresión triste.

—Resulta que... —dijo Hinata, luego se detuvo, con un nudo en la garganta—. Resulta que al final los oficiales le avisaron,  y él... y tú...tú no puedes irte.

Se echó a llorar.

—Oh, no, Hinata —murmuró, tristemente, abrazándola con actitud protectora—. No llores nena, yo... —odiaba haber llegado a un punto en el que era más fácil mentir y fingir que todo estaría bien que decir la verdad.

—Lo prometiste —susurra, intentando convencerlo sin mover un músculo.

La boca de Naruto se abre y se cierra, buscando algo que decir. Una explicación.

—No pensé... ¿que persona se quedaría en esta ciudad después de lo que ha sucedido, Hinata? Dime si realmente crees que alguien se sentiría bien después de todo lo que sucedió —dice—. Me siento sofocado, cielo. Necesito irme por un tiempo —entierra su rostro en el nacimiento del cabello de ella, Hinata siente sus abrasadoras manos, frotándolas contra su espalda. Como si quisiera unirla con él.

—Nada de esto fue tu culpa, pensé que lo habías hablado.

—No mi culpa, mi responsabilidad.

Ella gruñe.

—Haces un maravilloso discurso sobre el amor y la lealtad, pero dejas que esa cabrona de Sara se meta en tu vida y te aparte. No mientas y no me digas que no conocías las consecuencias, alejarte de aquí... —la voz de Hinata se va apagando antes que pueda decir el resto en alto. Y que se vuelva real.

|En tus zapatos|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora