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Colin revisó su reloj de bolsillo: la hora indicada. Con un pañuelo se limpió la frente y medio se acicalo el pelo. Se sentía estresado y no le importaba ya que necesitaba reconocer sus errores y otorgar disculpas.

Al abrir la puerta, el mayordomo suspiró cansado y lo dejó pasar, los caballeros, que antes habían entrado, venían de salida, tres con cara de decepción, dos medio irritados.

—Ciertamente, la señorita Featherington ha florecido pero con una madre como esa, no sé si merece la pena.

—¿Qué dijo, lord Lucas? —Preguntó furioso Colin cuando pasaba de hombro a hombro.

—Bridgerton —dijo como si nada lord Lucas —.¿Qué hace aquí?

—Lo mismo pregunto: ¿no fue usted él que se rio de Penelope Featherington a sus anchas aquella noche en este mismo lugar?

Colin podía ser todo lo simpático que una persona quisiera pero, habían ocasiones donde resaltaba un carácter terrible.

Le molestaba la hipocresía de lord Lucas. Y aún más, que solamente estuviera ahí por lo que reflejaba la vanidad de Penelope y no algo más allá.

Lord Lucas no iba ser atacado y humillado delante de otros caballeros, se quedó serio un momento y luego contraatacó:

—¿Y no fue usted él que nunca soñaría con cortejar a la señorita Featherington ni en las más locas fantasías de nadie? Eso fue lo que me hizo reír.

Colin enrojecido, apretó las flores, que de por si, ya se encontraban en mal estado.

—Debería olvidar eso.

—¿Usted acaso dijo eso para que nadie la cortejara, Bridgerton? De ser así resultó muy mal su plan.

—¿O es que le pedirá matrimonio? —se burló otro de los caballeros, observando la facha de Colin y sus flores, prestando atención a su reacción.

—No pienso casarme por el momento.

—¿Ni con la señorita Featherington?—. Lord Lucas quería sacarlo de quicio.

—No. No me casaré con Penelope Featherington —declaró ante todos, asqueado de darles explicaciones.

Lord Lucas, que posaba de espaldas a la puerta principal en el vestíbulo, hizo una expresión de triunfo, algo que Colin no entendió.

Hasta que, se volteó.

Penelope estaba con los brazos a sus costados, con un semblante filoso y los labios envueltos. Nuevamente, soportando el dolor de las palabras groseras del señor Bridgerton.

Penelope se esforzó para que su sonrisa de orgullo y tranquilidad saliera natural.

—Nunca le he pedido, señor Bridgerton, que se case conmigo.

Colin empezó a negar y por dentro, una jauría se soltaba a golpearle el pecho. Intentó decir palabra, no pudo.

Acababa de arruinarlo todo, y Penelope no se detendría ni bajaría la cabeza.

—Y nunca ...—le costaba seguir —nunca le he dicho a nadie que deseara que me lo pidieras.

—Penelope —al fin dijo Colin, lo que le costó, según él, una eternidad —. Perdona...

—No hay que perdonar nada.

—Sí, lo hay, herí tus sentimientos.

Los ojos de Pen, estaban fingiendo una mata de frialdad, algo vacío. Colin lo interpretó bien.

—No hay sentimientos de por medio que pueda dañar, señor Bridgerton.

Ese pinchazo fue lo más doloroso que había recibido, el señor Bridgerton. Los caballeros de atrás se reían a expensas de él. Quizá, la señorita Featherington si pueda tener algo interesante.

—De todos modos...

—No te vas a casar conmigo, no hay nada de malo en eso. Yo no me voy a casar con lord Lucas, ¿verdad milord? A él no le hiero los sentimientos cuando declaro que no nos vamos a casar, verdad.

El señor Bridgerton, por traición de su propia mente, imaginó a Pen casada con Lucas. Le dieron ganas de vomitar.

—Claro que no, faltaba más, señorita Featherington —contestó serio lord Lucas, la verdad que comenzaba a sentirse avergonzado pero no fue él quien comenzó aquello.

—Todo arreglado entonces, no se ha herido ningún sentimiento inexistente, y si ahora me permiten caballeros, debo ocuparme de algunas cosas.

Con eso entendieron que debían marcharse. Colin se quedó ahí plantado mientras los otros se iban.

—Pen...

Penelope lo miró por caridad, sonrió y suspiró.

—Te agradecería que no volvieras aquí, buena tarde.

Hizo una reverencia y partió hacia el pasillo por las escaleras. Colin, dispuesto a seguirla, fue interrumpido por Varley, esta le puso el pie para que fuera a tropezarse.

—¡Ah, no lo vi! —se excusó y se fue riendo.

Colin se fue de la mansión Featherington furioso consigo mismo. Al entrar en su casa tiró las flores y Violet hizo un gran alboroto.

—¡Solo son unas malditas flores! —espetó al final y se fue subiendo a los aposentos familiares.

—No nos dio tiempo ni de preguntar por qué estuvo tres horas en la puerta  Featherington.

—¿Saben qué es más sorprendente? Que no ha comido nada —comentó  Hyacinth llevándose una fresa a la boca.

En ese momento y a regañadientes, Colin entró nuevamente en el salón y fue a la mesa de bocadillos: se llevó una charola entera de galletas.

Todos se rieron. Violet amenazó con seguirlo. Anthony la detuvo, diciéndole que era mejor dejarlo solo.

—Su comportamiento es muy extraño —analizó Benedict.

—Ni siquiera con la señorita... con Lady Crane estuvo tan así —acordó Gregory.

Kate ya estaba enterada de la historia, así que no era sorpresa para ella. Mientras Anthony besaba su mano, ella decía:

—Bueno, ¿no será que está enamorado? Aveces, algunos, se enamoran con el tiempo. Colin y Penelope se conocen desde hace mucho, quizás...

—¿Colin y Penelope? —increpó Eloise. No, no podía ser, al menos de parte de Penelope. Ella nunca comentó ni le dijo nada, bueno, evidentemente nunca le contó nada.

Violet enganchó una sonrisa a su rostro.

—¡Ay!

—Madre...

—No —siguió Kate a Anthony. Ya sabían cómo podía ponerse Violet en cuestiones de amor.

Frannie, dejó de sumergirse en su piano para reírse.

—Mejor guarda esas energías para mi debut.

Todos comenzaron hablar del próximo debut de Frannie. Aunque, se sentían muy inquietos por Colin, pero era mejor darle su espacio.

Penelope se sentía falta, lloraba y lloraba sin hacer el mínimo ruido. Ella solamente existía y Colin ya decidía atacarla sin motivo.

Por eso era mejor mantenerse alejada de la familia Bridgerton. Los quería mucho pero debía amarse más ella que cualquier otra persona.

Ella iba cumplir sus sueños e iba tratar de encontrar, si el buen  Dios lo permitía, un esposo y experimentar la fragancia del amor y el aroma del deseo.

Cortejando A Penelope Featherington Donde viven las historias. Descúbrelo ahora