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Penelope estaba cansada de decirle que ella nunca le ha pedido que la cortejara y que le pidiera matrimonio. Una sola vez intentó decirle que lo amaba pero, afortunadamente, él la interrumpió diciéndole que se iba de viaje, así que, técnicamente, jamás le ha dicho de sus sentimientos, y no solo por ser Colin Bridgerton tenía derecho a asumir que ella estaría prendida de él, aun cuando fuera verdad.

—No digas mi nombre —solicitó Penelope mirando los labios de Colin antes de que formulara una respuesta.

Edwina sujetó a su amiga con fuerza. Más o menos entendía lo sucedido, ella ocupaba seguridad.

Anthony y Benedict miraron con lastima a Colin y con mucha vergüenza.

Era doloroso ser despreciado de esa forma. Penelope, según todo el gentío de mal corazón, siempre había sido la peor opción de cualquiera y lo que ella amaba de Colin era que jamás la trataba de una forma burlona, nunca le echaba miradas que dijeran lo fea que se veía. Él no se "fijaba" más que en su compañía. Creía que era distinto al resto de la sociedad y que eso lo hacía digno de su amor.

¡Qué equivocada estaba! No se dio cuenta de lo alto que lo tenía hasta que lo escuchó aquella vez en el jardín de su propia casa y vio, como en un segundo, caía al piso desde el pedestal que le había otorgado.

El corazón se le caía a pedazos y no pudo hacer otra cosas más que llorar sin poder detenerse. Llena de dolor. Era imposible...  No importaba si cambiaba o no, nadie nunca podría verla, sería permanente la invisible, la nadie.

Al fin lo miró a los ojos e ignoró toda palabrería que estos decían. Negó despacio e intento sonreí, lo unció que consiguió fue que Anthony, Benedict, Colin y Edwina, sufrieran en silencio con ella.

Esa expresión desgarraba el alma y hacía desear que Colin se quemara en el infierno. Esos ojos... tan apagados, tan desdichados, no podía más.

—Colin —dijo sin aliento, partiéndose de dolor —, ya no me lastimes así —suplicó mientras las lágrimas querían escapar.

Su pequeña nariz se encontraba tan roja; bajo la cabeza y trago saliva para poder mantenerse, al menos un poco.

—Penelope...

Anthony calló. Después de ver a su padre morir y casi perder a su esposa, ese era el tercer momento más triste de su vida. De verdad que era terriblemente triste la mirada de la señorita Featherington.

—Te lo voy a volver a repetir, nunca te he pedido que te cases conmigo, y nunca le he dicho a nadie que deseo que me lo pidas. Está bien Colin, ninguno de los dos se quiere casar con el otro, yo más que nadie deseo que eso jamás pase.

Dentro de Colin algo ardió, tan fuerte que tuvo la necesidad de defenderse sin alterarse. Parecía dolor, miedo, sufrimiento.

—Penelope, no terminé de decir que lo quería —explicó fingiendo tener paciencia —. Iba a decir que no me podía casar contigo porque tú no estás... no estás enamorada de mí —jamás supo que las palabras, esas palabras, le iban a taladrar el pecho.

Penelope miró la honestidad en sus ojos. Le creía, era un idiota pero no mentía en esa ocasión. Un poco de dolor se redujo de su pecho pero aún así, no decidió perdonar a Colin por todo lo demás.

Aclaró la garganta, ya que Penelope no decía nada, se dispuso a volver hablar.

—Me gustaría que diéramos una vuelta antes de que empiece el concierto, quiero hablar contigo.

Le extendió el brazo.

—Por favor —insistió y Penelope notó algo en sus ojos. Muy extraño.

—No tengo...

Cortejando A Penelope Featherington Donde viven las historias. Descúbrelo ahora