15💔

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Penelope lloraba desconsoladamente a la mañana siguiente cuando a Colin se le ocurrió llevarle flores.

Las Featherington, a consideración de Marina, vestían con colores oscuros. A pesar de que lady Crane no vivió más de seis meses con ellas, en la casa se sentía un vacío terrible.

Ella se estaba preparando, mientras Colin se acercaba al recibidor. Debía decirle la verdad y tratar de consolar su corazón, ofrecerle fortaleza y acariciar sus penas.

Ya tenía planeado ir al número cinco para cuando le avisaron que el señor Bridgerton venía a visitarla. Penelope solicitó que los dejaran solos, una doncella estaba en una esquina, mirando hacia la ventana.

Cuando su ex amigo entró, se dio cuenta de su estado y su vestimenta. Dejó de lado las flores más caras que había comprado y se sentó junto a ella.

—Penelope, ¿qué pasa? ¿Por qué vistes así?

Levantó sus ojos, tan rojos como su cabello.

—¿Te hicieron daño? Dime quién fue que ahora mismo...

—No...

—¿Entonces?

Intentó formar su respuesta.

—Alguien... Alguien murió.

—¿Qué? ¿Quién?

Penelope tomó la mano de Colin y la acarició.

A Colin ya le costaba respirar. No podía haber muerto nadie de su familia, su madre se lo habría dicho y hubiera estado destrozada en ves de haber estado peleando con Gregory, Hyacinth, Eloise y Benedict, esa mañana en el desayuno.

—Penelope, tengo la sensación de que esta noticia romperá mi corazón y no entiendo porque si la de...

—Marina, Marina murió.

Se tomó un momento para cerrar los ojos. No sabía si era él, pero la temperatura corporal aumentó.

Penelope se apresuró a contarle los detalles de la carta y de todo lo que la llevó, a Marina, a esa horrible desición.

Tragó saliva y se soltó de Penelope. La cabeza le empezó a dolor y el corazón, se le había dañado.

Colin se levantó y a lo lejos oía, de parte de Penelope: ¿Colin? ¿Estás bien?

Ignoró la voz dulce y adolorida y salió de la casa. Corrió hasta la suya, tiró la puerta y entró corriendo como un demente.

Todos los Bridgerton salieron a ver la algarabía de pasos, provocados por sus botas. Tiró la puerta, casi deseando golpearse la cabeza con ella.

Eloise subió y tocó, lo hizo por horas. Hasta que, por la noche, decidió abrirle.

—¿Qué te pasa? Madre está como loca y se le hace raro que no hayas salido a comer...

Colin alzó la mirada, se estaba derrumbando.

—Marina Crane, ha muerto.

Eloise se sintió horrorizada. No le gustaba, en absoluto, saber sobre la muerte. No cuando, a lo lejos, había presenciado cómo su madre lloraba sobre su padre, muerto.

Eloise se sentó en la cama, con un brazo rodeaba los hombros de Colin, y con el otro, pasaba sus dedos sobre sus propias mejillas ante las lagrimas que brotaban.

No llegó a conocer muy bien a lady Crane pero, en una situación como esa, cualquiera terminaba con el corazón roto.

Su hermano se puso de pie, enojado. Aventó unas cosas de la chimenea.

—¡Todo fue culpa de esa maldita Whistledown, si no la hubiese delatado, ella no habría sido señalada!

—Colin, entiendo tu enojo —dijo Eloise, serena—pero, de ser lo contrario, te habrías casado engañado. Además, esto no es solo culpa de Whistledown, Penelope explicó que en la carta decía que Marina no era feliz porque extrañaba al difunto George Crane, los resultados serían los mismos, contigo o sin ti.

Colin estaba muy triste como para pensar con claridad.

—¡Además tú solo lloras porque ella ha muerto, desde que regresaste, aquella vez, cuando la viste, no la volviste a mencionar, solo te torturas a causa de tenerle lastima a la situación en la que se enredó!

—Sé que me iba engañar —miró a Eloise —. Pero, si lady Whistledown hubiera querido ayudarme, me habría hecho saber las cosas con discreción. No conozco a esa mujer, solo sé... que nunca la voy a perdonar.

Eloise supo, en ese instante, que Penelope y Colin nunca podrían tener una oportunidad.

—Esa fue su única manera —replicó Eloise, haciendo énfasis a <<única manera>>

Salió de la habitación de su hermano y enseguida entró a la suya. Recuerda haber oído a Penelope, antes de pelearse, la dirección de lady Crane y Colin se la terminó de detallar, ese día, cuando volvió de verla.

Creía necesario escribir una carta de condolencias al viudo. Pues, sería terrible estar al tanto y no ofrecer algunas palabras reconfortantes.

Le dolía un poco, y se imaginaba como podía estar Penelope. Empezaba a entenderla, más o menos, aunque con lo sucedido respecto a Marina, seguro no debía compadecerla pero, no era culpa de Penelope.

Era culpa del destino porque, si George Crane estuviese vivo, nadie estaría sufriendo.

Si bien, no conocía a fondo a Marina, ella hubiera sido su hermana. Además, tenía remordimiento, en nombre de Penelope, por las circunstancias desagradables en las que vivió lady Crane.

Querido Sir Philips Crane...

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Lady Danbury se sentó alrededor de la mesa, en el comedor real. La reina había otorgado una invitación, ambas querían discutir el asunto de lady Whistledown.

—Ha pasado un día desde que se abrió la temporada y no hemos tenido noticias de esa pretenciosa —comentó su majestad.

Lady Danbury sonrió.

—Algo debe tener preparado, sinceramente, yo no creo que le tenga miedo a usted.

La reina miró a lady Danbury, a su lado.

—Usted parece que tampoco me tiene miedo.

—Oh, yo no le tengo miedo porque no le debo nada —contestó la anciana.

—Cuando aparezca esa Whistledown, porque lo hará, si que me tendrá miedo.

—Ella ya ha aparecido —se burló lady Danbury —porque está entre nosotros.

—Es por eso —señaló su majestad —que hay que aumentar la cifra de recompensa, para acabar con esto.

Ambas se miraron. Lady Danbury solo quería conocer a la inteligente lady Whistledown, nada más, la reina solo quería cumplir su capricho.

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Ese mismo día, Penelope alquiló un carruaje, la esperaba a la vuelta de la esquina y se iba preparar para salir.

Tenía que publicar, a pesar del miedo en sus venas. Debía cumplir su palabra, le había prometido al editor que tendría el escrito por la mañana pero lo sucedido con Marina la detuvo.

No es que fuera desconsiderada solo que no podía retar a la gente que sabía sobre ella, si los estaba desobedeciendo, obtendría problemas, hasta amenazas.

Ajustó su capa y, cuando pasaron de las once, salió de su casa.

Y Colin... tenía ganas de salir a pensar, en un carruaje que lo llevara por la ciudad.

Cortejando A Penelope Featherington Donde viven las historias. Descúbrelo ahora