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Penelope se estaba arreglando cuando una de sus doncellas le anunció que lord Fife le había traído algo.  Felicity estaba brincando como una cabra descompuesta sobre su cama, derritiendo el corazón de Penelope al saber cuánto se alegraba por ella debido adetalles tan pequeños.

Su madre le había avisado esa mañana antes de retirarse que lord Fife llegaría a pasar el día con ella y que, en algún momento de la tarde, también se sumaría lord Albansdale.

Ciertamente, se estaba sintiendo muy desconcertada pero usaba la fuerza de su carácter para rechazar los pensamientos que la dejarían postrada en un agujero de tristeza. ¿Fue injusta con Colin? Era difícil saberlo, por un lado estaba el terrible recuerdo de desprecio y por otro lado el arrepentimiento.

¿Qué tenía más peso, sobre ella? Lo perdonó, y se lo dijo, pero eso no significaba que lo haya olvidado. Y no es que ella todavía se sintiera  fea, al contrario, se veía hermosa; quizás no fueron las palabras sino la persona que las dijo.

—¡Penelope!

Escuchó a su madre y rápidamente se levantó de su tocador para acercarse a la puerta. Portia no se molesto en llamar y entró exasperada.

—Hola mamá, ¿qué tal tu mañama?

—¡Ah no, Penelope Anne Featherington, olvídate de distraerme! Allá abajo están Colin Bridgerton, lord Fife, y lord Albansdale.

—¿De nuevo está aquí? —susurró frustrada. Su madre no la escuchó.

—¡Claro que fui una idiota ayer por no pedirle que responda pero nada vamos a decir, ¿oíste?!

Penelope seguía pensativa. Colin no se detendría, ¿Estaría diciendo la verdad? ¿De verdad ella tuvo la capacidad de llamar su atención de una manera diferente a la de una amiga?

No iba tomarse la molestia de mentir a si misma sobre lo mucho que le causaba esa suposición. ¿Quién era ella para juzgar a su débil corazón?

—¿Eh?

—¡Ay, Penelope! —dijo Portia disgustada haciendo una mueca irritada. —Vas actuar como si nada, atenderemos al señor Bridgerton como si nada, lo menos que queremos es que lord Fife y lord Albansdale piensen que somos unas desconsideradas con la visita.

A Portia le hacía mucho ruido la insistencia de Colin. Estaba dispuesta a examinarlo durante la comida y lo que quedaba de la tarde. Un beso debió  bastarle, ¿verdad? Pero no era suficiente y ella sentía que tenía la oportunidad de un jugoso matrimonio a un paso, sin embargo, la mujer no era de las que tomaba algo sin un plan o información por delante.

Cuando Penelope bajo al vestíbulo lo primero que miró fue el obsequio de lord Fife. A leguas se notaba lo caro que había sido, y luego, se horrorizó al ver el ojo morado de su señoría.

—¿Está todo bien? —preguntó por obligación luego de agradecer por el obsequio.

Penelope nunca había sido de gustos tan exuberantes, y por eso el escritorio la tomó por sorpresa, le causaba un poco de incomodidad recibir cosas de personas que no conocía en absoluto.

Ella no quería verlo,  no obstante, ¿cómo iba a convencer a lady Portia Featherington de que lo despachara amablemente? Sería una idiota si siquiera lo intentara.

—Ah sí, no es nada, de hecho fue un asunto penoso —a Penelope no le fascinaba nada la forma en que Fife la veía. De hecho, la hacía sentir extraña, como si fuera un pedazo de postre y el un hombre obeso de gran apetito.

Hizo una mueca y, al ver a lord Albansdale, dándole un espacio prudente, sonrió.

—Señorita Featherington —saludó Albansdale ofreciendo las hermosas flores en sus manos.

Cortejando A Penelope Featherington Donde viven las historias. Descúbrelo ahora