13

4.4K 288 30
                                    

La noche empezaba a ponerse de su lado y no podía sentirse más agradecido, de lo que lo estaba. No sabía que su cosa favorita era, estar cerca de Penelope, hasta que se vio obligado a pedirle que se quedara, para su deleite.

Iban a transcurrir horas y Colin se sentiría abrumado con su belleza como si fuera la primera vez. Le costaba acostumbrarse a su nueva razón de observarla, ni siquiera entendía de qué iba esa emoción, sin embargo, no le molestaba.

Violet se tomó un momento, y observó a Colin y su forma de apreciar la belleza que siempre había sido la señorita Featherington. Eso no era amistad, era amor, y ella le diría a él que se aferrara a eso con las dos manos.

Todo amor era distinto, no obstante, el de esos dos traspasaba límites, es que la devoción que impartían y la energía que repartían, hacía que muchos se incluyeran, y no todos entendían la mera forma de verlos queriéndose desde el proceso de una amistad que se fingía en ambas partes, porque sentían cosas diferentes.

—¿Quieres bailar? —susurro Colin, alejando su mano de las mejillas de Penelope. Era difícil resistirse a ellas, tan rellenas y sonrojadas.

—Bueno —dijo Penelope, sintiéndose tan avergonzada por la calentura que pasaba por sus mejillas.

La orquesta estaba tocando una canción muy bonita y romántica, los músicos se percataron de la sensación que demostraban Francesca y el Conde, no podían dejar que la oportunidad pasara.

Tampoco sabían que Colin y Penelope empezaban a seguir las notas de la canción, de una manera perfecta, adecuada a ellos y sus espíritus, uno ciego y otro ahogado.

Los ojos azules de ella lo atormentaban a él, cómo era posible que nunca se haya fijado en ellos, y en ese destello, tan pequeño pero ahí estaba.

Penelope...

Oh, Penelope tenía un gran debate en su interior. Estaba haciendo todo lo que prometió no hacer: ignorar a Colin.

Y se odiaba por esa razón. ¡¿A dónde había ido tanto dignidad que presumió tener?! ¡Eso solo la dejó como una tonta!

—Eres demasiado adictiva—susurró Colin, inclinado hacia la hermosa mujer con la que compartía. Se le hacía muy difícil  no tocarla, no besarla.

A ciencia cierta, estaba interesado en descubrir qué tenía para Penelope. ¿Amistad, amor? No era justo, desde luego, pero se fiaba en que eso terminara de forma agradable.

Le asustaban los resultados de ese beso, ¿desde cuando había nacido una inclinación y una debilidad hacia ella? No importaba, lo bien que lo había hecho sentir, lo alegraba en grande.

La canción acabó y Penelope no hizo siquiera una reverencia, como se acostumbra, se apartó de Colin y cuando lo hizo, su cuerpo chocó contra el torso de lord Albansdale.

Alegre por tan preciosa imagen, lord Albansdale la detuvo y le sonrío a la vez.

—Señorita Featherington, ¡qué placer verla!

A Penelope se le iluminó el rostro.

¿Qué pensaba ella de lord Albansdale? Muchas cosas y todas positivas.

Muy parecido, absolutamente interesante y lo mejor de todo, la primera vez que él la observó, lo hizo con gusto y fascinación.

—Lo mismo digo, lord Albansdale, ¿está disfrutando de la velada?

Lord Albansdale miró, sobre la cabeza de Penelope, que Colin Bridgerton esperaba impaciente detrás de ella y con una cara de pocos amigos.

—Me parece, que habíamos quedado en compartir el primer baile —le recordó con anhelo.

Penelope sonrió.

—Sí, pero las circunstancias han querido cambiar eso, sin embargo, estaría encantada de bailar con usted, toda la noche, si es posible.

El señor Bridgerton movió impaciente los hombros, con ganas de irrumpir. Sus ojos viajaban de, la expresión de vivacidad de Albansdale, a los movimientos de cabeza que daba su amiga.

Comprendió que Penelope no podía ser un diamante ante la reina pero, lo era ante los demás hombres.

Sonrió. Perdió tanto tiempo en si mismo que nunca aprecio lo que verdaderamente valía la pena.

Era en ese momento que se preguntaba, ¿por qué había hecho aquello? ¿Por qué esa impertinencia salió de su boca?

Sí, le daba vergüenza pero, se preguntaba por qué, si ya se había enterado, a empujones, que ella de verdad era una mujer impecable.

—Bueno, hágame el honor de bailar conmigo —lord Albansdale ofreció su brazo. Penelope lo tomó, muy feliz, incluso más de lo que había estado al tomar el de Colin.

De pronto, se formaron más parejas, entonces Colin miró a su alrededor, captó que estorbaba y por primera vez, se iba quedar a las sombras de la pista, deseando bailar.

¿Un lindo karma? No, pero en ocasiones era necesario sentir algunas sensaciones como las de una amistad para poder comprender sus emociones.

Eloise halo del brazo a su hermano y lo sacó del centro. Se alejaron y entonces empezó a interrogar.

—¿Estás bien?

Colin volteó a ver a Penelope, el mero hecho de confirmar su existencia, pese a las circunstancias, lo hacía feliz.

—Estoy confundido.

—¿Con qué?

—¡Con Penelope! —bramó Colin, como si no fuera claro.

Eloise cruzó los brazos y sonrío con petulancia.

—No entiendo.

Colin tenía ganas de matarla.

—Pues no andes preguntando si no vas a entender nada —cuestionó queriendo ir por Penelope y sacarla de un tirón de las manos de Albansdale.

—A ti te gusta Pen —no fue pregunta, sino una afirmación.

Colin miró de mala gana a su hermana. Aveces le daban ganas de volver atarla a un árbol, como en aquella ocasión cuando quería seguirlo a la taberna.

—¿Qué? No, es una amiga —señaló —.Muy querida y respetada.

—Ajá.

—Lo es.

—Sí.

—Me gusta tenerla cerca —comentó él.

—Lo he visto —dijo Eloise, recia a sus engaños.

—Y, últimamente he pensado en ella, cada vez que veo amarillo... Buen Dios, parece que veo el amarillo en todas partes, porque pienso en ella en todas partes, a cada instante.

Eloise, ceñuda, se preguntó de cuándo esos dos se habían enamorado. Porque lo estaban y no había duda.

Era una lastima no estar cerca de Penelope, le habría encantado ser la chaperona de ambos; no quería empezar abrumarse o a su hermano.

No es como que supiera la forma en que acabaría todo pero, en cualquier caso, Penelope saldría ganando un matrimonio bueno.

Porque, Albansdale, era todo lo bueno que cualquier damita esperaría. Acaudalado, con título, guapo, y bien romántico.

De pronto, algo ocurrió y el corazón de Colin se empezó a hinchar de rabia. Albansdale, al terminar el baile, le susurraba algo a Penelope en el oído.

Colin se adelantó mientras Penelope asentía ruborizada. Miraron si había moros en la costa y luego, Albansdale, tomó firmemente la mano enguantada de la señorita Featherington y, con una cara picarona, desaparecieron entre la multitud.

_______

Lo siento si no he actualizado, he tenido otros compromisos, la universidad y, también le dedico tiempo a mi propio libro.

Muchas gracias por la espera; siempre vuelvo, no abandono mis historias 🐝🦋💙💛 los adoro.

🥰🥰🥰🥰

Cortejando A Penelope Featherington Donde viven las historias. Descúbrelo ahora