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La doncella de Penelope se acercó a ella y le susurró que ese comportamiento atraería un cotilleo para nada bueno. Acto seguido, ella retrocedió mientras Colin Bridgerton la miraba con tal intensidad que ella no recordaba ni cómo respirar.

Las ovaciones de los ciudadanos a su lado, la humedad de su ropa y los acontecimientos que la llevaron a ese momento... Era confuso. Y Colin con su rareza visual no ayudaba.

Los ciudadanos, se dispersaron y pronto quedaron solo tres en la acera, frente a una tienda de telas.

—Penelope...

—¡Tengo que apresurarme, me esperan en la modista!

La lluvia seguía intensificando, Colin atrapó su muñeca cuando pasó a su lado, obligándose a detenerla, por la desesperación que impartía desde su cerebro a su corazón.

Seguía con la mirada rara, según Penelope. Los labios entreabiertos y haciéndola creer que todo a su alrededor no existía, hacía que sus principios se alejaran de su comportamiento juicioso.

—Colin, estamos protagonizando el próximo encabezado de lady Whistledown, así que...

—¿Lo sentiste? —preguntó frunciendo el ceño, tratando de comprender.

—¿El qué? ¿El dolor de tu agarre? Sí.

—¡Por amor a Dios, Penelope! —ladró él —¡Te acabo de cantar y acabo de bailar contigo y...  ¿no sentiste nada?

Era un idiota que seguía sin llegar a la conclusión de que ella estaba absoluta y totalmente enamorada de él.  La ceguera, era un mal que padecían todos los Bridgerton.

Penelope se liberó de él físicamente y lo miró con superioridad. No podía creerse que Colin... No, basta, basta. Esas ilusiones fueron las mismas que la destruyeron.

Ya era otra. Debía comportarse como deseaba.

—No. Lo único que sentí fue la lluvia sobre mi cara y...

Colin dibujó una mueca de desesperación. ¿Por qué estaba sintiéndose desdichado al no causar el mismo efecto en ella?

Se lamio los labios y la miró, una vez más. Sin poder creer lo indiferente que estaba siendo ante una situación como esa.

—¡Penelope, pero que insensible eres! —exclamó incrédulo.

Penelope, decidida a irse, respiró profundamente.

—Pensé lo mismo cuando te burlaste de mí —. Dicho eso, se dio la vuelta y apresuró el paso, aprovechando que Colin no la seguiría por ocuparse de su mandíbula descolocada.

La doncella pudo arreglar más o menos a su señorita antes de entrar a la tienda de Madame Delacroix y así se viera más o menos presentable.

Estaba atontada y se sentía en los cielos al mismo tiempo. ¡Bailó con Colin bajo la lluvia! ¿Había algo más romántico? Probablemente sí. Pero ese momento fue de ella, lo mantendría en sus recuerdos más preciados aun si la pareja fuera su verdugo.

Cuando entró, Francesca Bridgerton formó una sonrisa y se bajo de la plataforma redonda, donde madame Delacroix tomaba sus tallas.

—¡Pen, qué bueno que viniste, estábamos preocupadas! ¡Oh, ¿te atrapó la lluvia? No importa, ven siéntate aquí frente al hogar para que te puedas calentar!

Frannie se sentía encantada, Penelope era una de sus amigas más queridas. Bueno, no tenía muchas, sin embargo se sentía bien consigo misma al contar con ella, era suficiente.

Lady Danbury se acercó, imponente como siempre, y se sentó junto a la señorita Featherington. Siempre había creído que, de toda su familia, era la más sensata y con cerebro.

Cortejando A Penelope Featherington Donde viven las historias. Descúbrelo ahora