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Penelope seguía oyendo las risas de Colin en su cabeza y continuaba evitando las palabras: "eso estuvo mal" Respecto a su comportamiento indecoroso.

Era una lascivia de corazón y eso lo tenía un poco claro en lo recóndito de su corazón porque tampoco es que sabía muy bien qué había un poco más allá de un beso o los placeres naturales que proporcionaba el cuerpo de otra persona.

Se sentía muy animada esa noche, y no por los caballeros que insistían en bailar con ella o por los buenos comentarios que recibía debido a su vestido, sino por los acontecimientos de la noche anterior.

Aun no había visto a Colin, pero entendía que era temprano. Y pensaba que tampoco lo vería más noche, pues tenía que ir a la editorial a dejar el papel con su próxima columna.

Aunque...

—Señorita Featherington —dijo una voz demasiado conocida y encantadora.

Penelope se dio la vuelta y omitió el suspiro que pretendía escaparse de su ser. Ya no quería ser tan obvia respecto a sus sentimientos.

Se hicieron las reverencias y Colin esbozó una sonrisa al detallar a su amada. Llevaba un vestido verde con retoques de encaje y el escote recto, muy apretado.

El corset estaba entonando sus atributos de una manera exagerada y Colin se obligó a levantar la vista hacia sus ojos. Se enfureció por un momento porque sus ojos no serían los únicos en notar la preciosidad.

—Señor Bridgerton —dijo Penelope llevándose el vaso de limonada a los labios.

—Está buena, ¿eh? —comentó Colin al verla atragantarse.

—Un poco —dijo, apenada y recuperándose —. ¿Cómo has estado?

Colin la miró y entonces se dio cuenta que cada vez que lo hacía lo disfrutaba. Disfrutaba de observar a Penelope y aprender de los detalles que nunca había notado.

—¿Quieres que sea sincero o decoroso?

—Me gustaría que fueras sinceramente decoroso —contestó Penelope, sonriendo.

Bridgerton pasó su mirada alrededor de las cabezas de la sociedad y se acercó a ella fingiendo tomar un vaso de limonada.

El aliento de él rozo con la oreja de ella. El cosquilleo se esparció por todo su cuerpo.

—Quisiera repetir lo de ayer.

Al alejarse, esperó la reacción de ella. Penelope había enrojecido y eso lo complació. Le hizo desearla con más intensidad.

Nunca había deseo a nadie tanto como a ella, en todas las formas que existen: romántica, apasionada e intensa.

—¿Lo de ir  a mi casa?

Se rio.

—Lo otro.

—Ah.

—¿Quieres bailar?

Miró a todos lados y se inclinó para "colocar" el vaso de limonada en el lugar que ocupaba antes de haberlo tomado.

—Me muero por tener contacto contigo —le dejó claro, esperando que ella diera su permiso.

Penelope aclaró la garganta y aceptó el baile. Se ganó la mirada de toda la sociedad pero su valentía ya era demasiado fuerte y no le afectaba.

Todo el tiempo Colin la apretó con fuerza, necesidad y desesperación. Bailaba bien, y eso lo ayudaba a no despegar los ojos de los de ella.

No existía nadie más, ciertamente, en su corazón, siempre fue ella. Siempre fue ella y nada más que ella.

Sentía la muerte de Marina, de verdad que sí pero, debía aceptar que para ella nunca hubo amor, todo le pertenecía a Penelope, él le pertenecía a Penelope.

Cortejando A Penelope Featherington Donde viven las historias. Descúbrelo ahora