↷ ⋯ ♡ᵎ𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖛𝖊𝖎𝖓𝖙𝖎𝖉𝖔́𝖘

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Otro día en la vida de Giyuu llegaba a su fin. Estaba exhausto y su futón le hacía una tentadora invitación para que se acostara en él a dormir y recuperar fuerza para la mañana. Sin embargo, aún tenía una última tarea que hacer por ese día.

Giyuu acarició la cabeza de su cuervo, escarbando en sus lustre plumaje negro para hacerle mimos. Él aplastaba su cráneo contra el toque cariñoso, buscando más afecto. Su dueño ató una nota en su pata.

—Kanzaburo, lleva esto a la mansión de los Kochou. —le pidió. —Trata de que no te vean.

El cuervo hizo un graznido ante de salir volando del balcón. La nota que llevaría Kanzaburo tenía las indicaciones del trueque con Shinobu. Había entregado la confirmación de su próxima separación. El joven dejó salir un suspiro mientras se alejaba de la baranda. Ingresó a su habitación, donde estaba su mejor amigo tendido en el suelo. Tenía la mirada perdida fija en el techo de madera.

—¿Sueñas despierto o simplemente tienes los ojos tan hinchados que no puedes cerrarlos?

—Creo que un poco de las dos.

Giyuu sonrió un poco, aquella era la frase más larga que decía en días. Comenzaba a mejorar. Giyuu no mencionaba a Makomo frente a Sabito desde el día que se había ido porque no quería empeorar las cosas con él. Necesitaba que el hombre se pusiera de pie nuevamente.

Pero por ese día, solo quedaba descansar. Giyuu caminó hacia la entrada para cerrar la puerta de su habitación, y eso iba a hacer, hasta que vio a Shinobu subiendo las escaleras. Se quedó sin aire por un segundo, ya no esperaba verla más ese día. Mucho menos en el segundo piso, donde quedaba su habitación.

Controló su respiración. —¿Qué haces aquí, Shinobu?

Ella refunfuñó. Tenía el pelo aún un poco húmedo luego de su interminable baño, además de traer puesta su ropa de dormir.

—Siempre eres un grosero conmigo, Giyuu-san. —ella se cruzó de brazos y miró a su alrededor. —Me parece que estoy aquí porque tú me secuestraste.

Giyuu cerró los ojos. —Me refiero a por qué estás en el segundo piso.

Solo entonces ella sonrió. —¿No lo sabías? Como Hinatsuru-san dio a luz en mi habitación y considero grosero de mi parte sacarla con familia... —ella se encogió dulcemente de hombros. —Ahora usaré su habitación. —Shinobu dio un par de pasos hasta estar cerca de él. —¿Te molesta que duerma en la habitación que está junto a la tuya?

Shinobu disminuyó la luminosidad de su sonrisa, reduciendola a un leve levantamiento de las comisuras de sus labios.

—Sí. —respondió secamente.

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