↷ ⋯ ♡ᵎ 𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖛𝖊𝖎𝖓𝖙𝖎𝖙𝖗𝖊́𝖘

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Sanemi se sentía extraño esos últimos días y no sabía qué hacer para sacarse la sensación incómoda del cuerpo. Hasta había pensado que estaba enfermo e intentó buscar con Tamayo algún remedio, pero al no saber describir con exactitud qué era lo que le pasaba ella solo le dijo que tomara té para tranquilizarse.

Fue entonces cuando comprendió que lo que fuera que tenía no era algo físico, sino mental. El té ayudó, pero ahora no podía dejar de pensar en tomar té y no hacerlo solo aumentaba su incomodidad. Normalmente tomaba una o dos tazas al día y ahora bebía hasta seis. Obviamente los Kochou se dieron cuenta que algo lo tenía ansioso así que le aconsejaron ir a dar un paseo por la aldea para aprovechar que se estaban preparando las calles para el festival de primavera.

"Lleva a Kanae" dijo Shimiko, provocando que todos los nervios de su cuerpo se dispararon. Sintió cosquilleo en sus extremidades y la nuca, sentía el pecho caliente y tenía la insana necesidad de salir corriendo en cualquier dirección. Pero como no podía (ni sabía, ni quería) decir que no, dijo que sí.

Era innegable lo que estaba por pasar en la casa Kochou. Pronto, Kaneshiro pagaría el rescaten de su hija y Shinobu volvería a su hogar. El ánimo había vuelto a la familia, al igual que su relajación, pero se había aumentado su anticipación. Especialmente en Kanae, quien pasaba todo el tiempo pensando en su hermana y la mencionaba a la menor oportunidad. A Sanemi no le molestaba eso para nada, entendía perfectamente los motivos y él actuaría exactamente igual si estuviera en esa posición, pero de todas formas recordar a Shinobu y todo el tema de su rescate no ayudaba con su ansiedad.

Mientras iba en el carruaje con Kanae, comenzó a analizar punto por punto las cosas que lo tenían así esos últimos días. Primero era lo de Shinobu. Desde que la habían secuestrado la culpa lo estaba matando porque se sintió responsable de lo que pasó. Él estaba encargado de las dos y no pudo ayudarla a ella. No defenderla en ese momento la había hecho exponerse a todo tipo de males en donde quiera que estuviera. Él era un hombre adulto, no era estúpido y contemplaba la realidad en su mente: Shinobu seguramente había sido sometida a una tortura psicológica y física directa o indirectamente porque las personas lo suficientemente crueles como para secuestrar a dos chicas eran lo suficientemente crueles para maltratar el cuerpo y la mente a una niña como Shinobu. También estaba aguantando hambre porque cuando ella se sometía a mucho estrés perdía el apetito y no es como si los secuestradores tuvieran a su disposición las grandes cenas a las que ella estaba acostumbrada. Y sí, claro que había sufrido abuso sexual de algún tipo. Eran hombres secuestradores, eran personas malas y ella llevaba con ellos casi un mes.

Esas tres ideas habían dado círculos infinitamente en su cabeza una y otra vez durante semanas. Él genuinamente tenía miedo del día en que fueran a reclamar a Shinobu, porque la imagen de ella torturada, desnutrida y abusada le producía pavor. ¿Se vería muy mal en su reencuentro? ¿Ella lo culparía por algo? No importaba si ella lo culpaba o no, ya se culpaba él mismo lo suficiente.

El inminente rescate de Shinobu lo hacía llegar a su segundo motivo, el relacionado al problema que había en la casa con Kaneshiro y el trueque para el rescate. Él, Kanae y Tamayo habían estado buscando alguna pista que pudiera indicarles qué estaba pasando y cuál era la razón de que Kaneshiro persistiera tanto en entregar el dinero. Estaban donde habían empezado. No habían descubierto nada y no le sorprendía, porque si Kaneshiro ocultaba algo no iba a tenerlo en donde era evidente. Lo cual aumentaba su preocupación, porque si era un secreto que ni siquiera guardaba en su oficina asegurada con llave, significaba que era algo demasiado privado. ¿Era acaso algo tan grande que comprometida el futuro de todos? ¿Era algo tan escandaloso que consideró no pagar el rescate de su propia hija?

Obviamente su búsqueda en conjunto con Kanae la otra noche era el tercer y más importante motivo de inflexión. Ellos se habían besado. Todavía seguía procesando cómo llegaron a ese punto y cómo no lo detuvo inmediatamente. Simplemente dejó que pasara, incluso cuando terminó el primero tuvo el descaro de iniciar el siguiente, no consideró detenerlo y en su lugar dio rienda suelta a que continuaran, solo fue hasta que notó que sus manos habían comenzado a pasearse por la anatomía del otro que puso nuevamente los pies en la tierra e hizo que se separaran. Ambos dieron todo por terminado y dejaron la oficina, yendo en direcciones opuestas sin poder verse a la cara solo para fingir no recordar nada de lo ocurrido al día siguiente.

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