↷ ⋯ ♡ᵎ 𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖚𝖓𝖔

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La mujer que peinaba el cabello de Shinobu lo tiró con fuerza, haciéndole doler la cabeza en el proceso. Ella, en vez de quejarse, simplemente se quedó callada y sin decir nada sobre el trato. La mujer nunca la había tratado bien, por razones que desconocía, pero había sido nombrada para cuidar de ella durante la estancia en aquella mansión. Pensó que no tendría sentido pedirle más gentileza.

—¿Mi hermana ya está despierta? —preguntó Shinobu a otra joven que estaba acomodando la yukata que le iban a poner.

—Sí, Shinobu-sama, ella ya se está vistiendo también.

Nuevamente tiraron de su cabello. Se forzó a darle una sonrisa a la chica. —Muchas gracias, Hisako-san.

Cuando visitaban la casa de sus tíos, ellos hacían que a Shinobu y a Kanae las vistieron y las peinaran otras personas, cosa que ella odiaba. Además de sentirse como un juguete, siempre era la señora Matsuko la que se encargaba de su apariencia, y siempre lo hacía con brusquedad.

Pero aquel día se obligó a dar la mejor sonrisa posible pese a lo que estaba sintiendo. Aquel día, finalmente ella y Kanae volverían a casa de sus padres después de pasar casi dos meses visitando a sus tíos. Dentro de poco, estaría otra vez en su hogar, con sus amados padres.

Cuando terminaron con su cabello, le colocaron su característico prensador de mariposa. Después Hisako y Matsuko le colocaron las ropas, impidiéndole hacer algo por sí misma.

Cuando por fin terminaron de arreglarla, ella salió de la habitación, y se encontró con su hermana ya lista en el pasillo, posiblemente esperándola, mientras charlaba con la criada que se encargaba de ella. En cuanto la vio, le dio una amplia sonrisa.

—Buenos días, Shinobu-chan.

Shinobu hizo una leve inclinación. —Buenos días, nee-san.

Las dos caminaron por el pasillo, prácticamente escoltadas por las otras mujeres. Eran casi las siete de la mañana, muy temprano aún. Debían partir cuanto antes, ya que tenía pasar la noche en una villa antes de continuar al día siguiente, y no podían permitir que les alcanzara la oscuridad debido a que era muy peligroso el camino, por lo tanto ni siquiera se detuvieron a tomar un desayuno.

Se encontraron con sus tíos en la entrada de la casa. La hermana menor de su padre y su esposo, el señor Soyama.

Ambas hicieron una inclinación. Fue Kanae quien saludó. —Buenos días, Soyama-sama, tía.

—Buenos días, niñas, ¿ya está todo listo? —preguntó la mujer.

—Así es, tía. —respondió Shinobu. —Muchas gracias por hospedarnos todos estos días. Estamos muy agradecidas.

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