↷ ⋯ ♡ᵎ 𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖙𝖗𝖊𝖎𝖓𝖙𝖆𝖎𝖚𝖓𝖔

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El viaje hacia Kazue había tardado tres días más, lo que significaba que Aoi y Kanao se habían tardado mucho más en llegar a su destino. Sin embargo, ya estaban ahí, las dos sanas y salvas, así que eso era más de lo que podían desear.

Aoi ayudó a su hermana menor a bajarse para poder pisar finalmente el suelo de Kazue. Luego de agradecer a la pareja que las había traído hasta allí, les hicieron una pregunta más que válida.

—¿A dónde irán ahora?

En teoría, debían ir a la casa de su padre. Pero no tenía idea de cómo llegar hasta allá, y como había anticipado, no había rastro de él en la plaza. Aunque no podía culparon completamente, porque se habían retrasado varios días de lo previsto. Aoi miró a Kanao, quien a su vez estaba mirando a su alrededor con mucha atención, buscando a su padre. Estaban en medio de la plaza de un pueblo desconocido completamente por ellas y estaban prácticamente solas.

—¿Sabe dónde podemos pedir indicaciones confiables?

Antes de que le respondieran, en medio de la multitud, se acercó un joven corriendo.

—¡Hola! ¡Por aquí! —Aoi y Kanao lo miraron. Era un chico de su edad, bastante alto, pelinegro y con un corte mohicano. Aunque parecía muy feliz, al mirarlas en cuestión de segundos su rostro se puso rojo brillante. —B-b-buenos días.

Sólo con tenerlo enfrente, Aoi supo que lo único intimidante que tenía era su altura.

—Buenos días. —respondió Kanao, siempre más desconfiada. —So--

Aoi intervino. —Shh, shhhhh. —sujetó a su hermana por un brazo y puso su dedo sobre sus labios para emular que se callara. No podía dar sus datos tan a la ligera. —¿Quién eres tú?

Él hizo una reverencia bastante rígida. —Me llamo Genya Shinazugawa. Fui enviado por el señor Kochou para recogerlas.

Aoi encarnó una ceja. —¿Algo más? Algo que me diga que es cierto.

Había una capa de sudor brillando en la frente del chico y su sonrojo sólo se intensificó. Aoi vio claramente cuando tragó saliva. Puso una mano junto a su boca, como si fuera a decir un secreto.

Susurró: —Sé que son sus hijas con Otomi Kanzaki.

—¡Listo! Papá lo envió. Nos vamos con él, Kanao. —Aoi se giró nuevamente a la pareja de ancianos en hizo una reverencia. —Muchísimas gracias por acompañarnos hasta aquí.

Era lo suficientemente inteligente como para saber que su padre no quería que todos supieran que tenía dos hijas bastardas. Así que esperaba que enviara a alguien más a buscarlas y también sabía que no le revelaría a cualquiera que ellas eran sus hijas. Genya las hizo subirse a, nuevamente, otra carreta. Aoi comenzaba a acostumbrarse.

Como había regalado uno de sus prensadores, ahora se recogía el cabello en una única trenza que adornaba con el que le quedaba. Mientras terminaba de hacerla, notó a su hermana cruzada de brazos echando humo por las orejas.

—¿Estás bien?

—Yo creí... —agachó la cabeza con vergüenza y su enojo se reemplazo por tristeza. —Creí que él vendría por nosotras.

Aoi Sabía que su padre era un idiota, pero también lo era Kanao si pensaba que él iría por ellas así sin más. Pero no podía comportarse como una insensible cuando su hermana ya estaba sufriendo bastante.

—Kanao, padre de seguro está muy ocupado y está preparando todo para nosotras. —dijo en un intento por consolarla. —¿No es así, Shinazugawa-kun? ¿Desde hace cuánto conoces a nuestro padre?

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