Dar a luz es el proceso más doloroso que he tenido, en definitiva recuerdo lo horrible que fue aquella vez en la cabaña, recuerdo sentir como si me quebraran la pelvis al golpearla con un fierro de acero, un golpe tras otro, cada vez más fuerte que el anterior, recuerdo sentir que me desgarraba desde dentro; aunque todo ese dolor, ese jodido dolor, me seguía obligando a empujar y empujar hace que duela mil veces más. La mayoría de las mujeres te venden esa idea de que todo se te olvida cuando ves a tu bebé y es cierto pero no al instante, no odias a ese bebé por la carga de hormonas que se dispara nada más para que vuelvas a sufrir quitando la placenta.
Dicen que el parto te acerca a la espiritualidad, creo que si porque podía sentir que me vería frente a frente con el creador y le daría un jodido golpe en su cara celestial por hacer que parir fuera tan doloroso. Yo sabía al dolor que me iba a enfrentar por segunda vez está tarde, eso me tuvo algo nerviosa mientras iba en la parte de atrás de la camioneta con Mónica sosteniendome la mano, José Luís iba adelante manejando, él se veía tranquilo, probablemente porque ahora no tendría que estar entre mis piernas para atrapar al bebé que saldría de allí pronto o al menos esperaba que así fuera.
Llegué al hospital y volví a ser paseada en esa silla de ruedas, mientras José Luís se encargaba de presentar los papeles con detalles del plan de parto y del embarazo, Mónica me acompañaba a la habitación junto con una enfermera, me cambie el vestido por la bata, deje que me colocaran la vía intravenosa, así como el monitor fetal, la enfermera nos dijo donde quedaba el dispensador de hielo picado por si sentía náuseas y eso fue todo, podía oír a Mónica parlotear a lo lejos mientras se encargaba de sacar la ropita que seleccionamos previamente antes de hacer el bolso de hospital, tendría que entregarla en cuanto el bebé llegará.
Mi mente estaba concentrada en respirar de la manera que me había enseñado mi obstetra días atrás, había tenido una de esas dolorosas falsas alarmas y así la primera verdadera contracción llegó, está era la madre de las contracciones, es la que me avisaba que las siguientes serían igual o más dolorosas, sujete el barandal de la cama para poder soportarla sin tener que gritar, no podía comenzar a gritar tan pronto, luego cuando el dolor fuera muchísimo más potente la voz no me saldría, unos minutos después mi obstetra ingreso a la habitación realizándome el primer tacto, la escuché celebrar por mis siete centímetros, yo sólo quería patearle la cara.
– Los latidos se ven bien, puedes levantarte y caminar un poco si quieres, sólo no te quites el monitor, sé que es una molestia...
– Pero es necesario, lo sé... ¿Puedo quitarme la vía? Me hace daño al apretar la mano del responsable
– Te la quitaré ¿Vas a querer la epidural?
– No, ya soporte hasta aquí... pero por si acaso tenla lista, tal vez cambie de opinión
– De acuerdo, listo la vía esta fuera, cualquier cosa vendré si presionan ese botón
– ¿Quieres hielo mamá?
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Barrotes De Acero
DiversosOh barrotes! Fríos, tan fríos cómo tus manos cuando soltaron las mías. Delgados cómo tus lindos labios. Pero fuertes cómo la espada que clavaste en mi costado, el día que me traicionaste.