– ¿Segura que no cargas contigo azúcar? Este jugo sabe horrible
– ¿Por qué tendría azúcar en mi bolso?
– No lo sé, las mujeres guardan muchas cosas
– Bueno pero no sobres de azúcar Luís
– ¿Segura?
– Revisa mi bolso — se lo entrega — Busca ahí tu sobre de azúcar, verás que no hay
– Tienes caramelos
– Bueno porque a veces se me baja la presión o necesito algo dulce, puede ponerle a tu jugo
– ¿Crees que tenga un buen sabor?
– Nunca lo he probado
– ¿Y si esto es una trampa para que me intoxique?
– Si quisiera matarte, no te daría veneno, directamente te pego un tiro
– ¡Que amor eres!
Su rostro cambió totalmente al ver una caja de condones, dejó el bolso sobre la mesa para poder revisar si la caja continuaba sellada, también esperaba que Altagracia le diera alguna explicación pero ella parecía en su propio mundo en lo que terminaba lo que había en su plato.
– Altagracia
– ¿Uhm?
– ¿Para que quieres esto?
– Ay Luís ¿Debo explicarte para que sirven los condones? Mejor guárdalos, ahorita me los pierdes y esa marca no se encuentra en todas partes
– Sé como funcionan los condones, dime una cosa... ¿Planeas llevar a tu casa un hombre?
– Y si así fuera ¿Qué? La casa es mía
– Pero en ella vive nuestra hija, no quiero que conviva con hombres que son desconocidos
– No vas a mandar en mi casa Luís, sólo yo puedo decidir quien entra y quien no
– ¿Y cuál es el siguiente paso?
– ¿De qué? ¿En serio vas a molestar nada más porque me encontraste una caja de condones?
– ¿Ya te estás viendo con alguien?
– Eso no es de tu incumbencia
– Responde mi pregunta por favor
– No, tú y yo somos los padres de esta personita, los temas que respecten a ella nos incumbe a ambos pero de ahí no pasa
– Ya estás viendo a alguien — asiente guardando la caja de condones de nuevo en la bolsa — No perdiste el tiempo eh
– Si tengo a alguien o no ¿Eso a ti que? No eres mi amante, novio o marido, no te debo explicaciones ni tengo porque pedirte permiso para rehacer mi vida
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Barrotes De Acero
RastgeleOh barrotes! Fríos, tan fríos cómo tus manos cuando soltaron las mías. Delgados cómo tus lindos labios. Pero fuertes cómo la espada que clavaste en mi costado, el día que me traicionaste.