DIOSES, BRUJAS Y TRONOS (Lágrimas de fuego y sangre)

Capítulo 18

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Nosotros

Hestia

Estaba bajando por la escalera con suma normalidad, viendo a todos en el salón que aún se mantenían haciendo las mismas actividades.

Carson ahora peleaba con Alana que se había conseguido una bolsa de papas fritas, y Lowen junto a Kai que ahora jugaban una partida de poker con suma concentración.

No había ni una señal de que el resto hubiera llegado ya.

—¿Dónde vas?—la voz de Alana se dirigió hacia mí que me encaminaba a la salida.

"Dónde Dargan, a tomar té", obviamente no diría eso.

Estaba vestida con mi usual pijama de seda lavanda en dos piezas la cuál había decidido usar para bajar de forma desapercibida frente a ellos, pero sobre todo porque no le daría el gusto a Dargan de arreglarme para él.

Mantuve mi cara completamente desinteresada por fuera, aunque por dentro me estuviera cagando de miedo.

Pero al final esto era por Lowen, y también por mí, ya que todo esta situación era mi responsabilidad. Sólo espero que lo que Dargan tenga que decir sea rápido.

Y así sería—me convencí—ya lo había pensado todo con mucho cuidado, iría, hablaríamos para llegar a un acuerdo supongo, luego vendría y entraría con cuidado de que nadie me viera y haría como si nada hubiera pasado.

—Afuera, obviamente—respondí sin darle largas siguiendo mi camino con más prisa.

—Voy contigo.

Pero no, Alana no podía quedarse quieta ni con la boca frenada, siempre tenía con la necesidad de tener todo bajo control.

—No tienes que estar conmigo todo el tiempo—traté de bromear, sin embargo, a ella no le hizo gracia.

Me observaba fijamente como si estuviera leyendo exactamente todo lo que pretendía hacer.

—Alana, deja de ser tan entrometida—le dijo Carson jalandola de vuelta hacia el sofá—se que es la primera amiga que has tenido, y si sigues haciendo el papel de la amiga tóxica, será la última.

Suspiré para mis adentros cuando Alana parpadeó y sacudió la cabeza.

—Lo siento—dijo en un tono de arrepentimiento—creo que estoy algo cansada.

Se levantó, despidiéndose de todos con la sonrisa dulce que tango la caracterizaba.

Claro que Alana no era un amiga tóxica, tan solo era una prima preocupada, la cuál tenía una corazonada de que algo no iba del todo bien, lo cuál era en total cierto.

Salí afuera tomándome un tiempo para caminar despacio viendo el jardín lleno de flores por un momento, por si acaso a alguien le quedaba duda de algo.

Sobre todo porque vi la cara de Alana que me veía desde su ventana por un par de segundos para luego marcharse.

Seguí caminando por todo el enorme lugar hasta llegar a la parte trasera donde la gran casa ya se veía un poco más alejada. Y entonces, empecé a correr, di grandes zancadas mientras mis zapatillas de algodón se llenaban de barro y césped mojado.

Había una entrada con grandes puertas de acero por la parte de atrás donde casi siempre salían y entraban algunos soldados. La zona estaba resguardada con cinco soldados de Eliseo, montando guardia con sus espadas, armas y trajes de cuero.

El panorama se veía bastante difícil, sin embargo, yo me había tomado el atrevimiento de sacar un amuleto del estudio de Hades, el mismo que habían puesto en el auto para que nadie pudiera verlo, haciéndolo totalmente invisible.