Capítulo 19

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Soy un monstruo

Hestia

El frío de la madrugada abrazaba mi piel a través de la fina tela de seda manchada de sangre.

Caminé por el jardín de vuelta a casa. Creo que Dargan me trajo, no sé como, no hablé con él después de lo sucedido debajo de la montaña, sólo se que él me había puesto el amuleto para poder entrar de vuelta al trono.

Abrí las puertas traseras de la casa, todo estaba oscuro y silencioso, podía oír los ecos que envolvían las paredes con los gritos de aquellos violadores, aún podía ver la daga mezclada de sangre y fuego en mi mano.

Me abracé con los brazos subiendo las escaleras en dirección a mi habitación. Tenia el aire y el llanto atorado en la garganta, quería gritar, patear y sacarme todo el líquido carmesí que llevaba encima.

El olor de la sangre hacia que quisiera vomitar.

Abrí la puerta con cuidado, entrando al lugar que estaba a oscuras. Me quité el amuleto y lo puse en la mesa a mi izquierda, luego encendí la luz de la habitación.

Y entonces..., el cuerpo de Alana estaba sentado en el borde de la cama, tenía los brazos cruzados, con la cara de pocos amigos, pero que fué reemplazada a una de terror en cuanto me vió.

—¿Qué pasó...

No dejé que terminara de hablar cuando corrí y me lancé a sus brazos llorando desconsoladamente.

Me quebré en ella, sacando mi lado más débil y vulnerable, sacando todo el dolor que tenia en el pecho.

Alana temblaba junto conmigo, sin embargo, me apretó con fuerza sin importarle que la manchara de sangre, en cambio pasó su mano sobre mi cabello con suaves toques.

Seguía llorando y ella no me interrumpía, no me cuestionaba, no me hacía preguntas, tan solo me abrazaba quedándose quieta dándome pequeños roces en la espalda.

Estuve aproximadamente tres horas en el mismo estado sin parar, hasta que simplemente solo me quedaron lagrimas silenciosas y recuerdos dolorosos.

—¿Estás herida?—preguntó Alana por primera vez desde que llegué.

Negué, mientras mantenia la cabeza en sus piernas.

—¿Quieres hablar?—volvió a preguntar y yo volví a negar.

—Bien, pero debes darte un baño.

Apartó mi cabeza de sus piernas con suavidad levantándome y llevándome al baño donde yo me detuve por un segundo frente al espejo.

Había sangre seca en mi ropa, mis brazos y mi cabello, a excepción de la sangre que había en mi cara que estaba mojada en algunas partes, mezcladas con mis lágrimas.

Parecía... una asesina.

"Eres una asesina, un monstruo, una aberración, estás marcada, entraste a la casa del diablo y mataste junto con él"

¡Noooo!—negué bruscamente ante esa voz en mi cabeza—¡Cállate!

"Las verdades dejan de dolor cuando las aceptas"

DIOSES, BRUJAS Y TRONOS (Lágrimas de fuego y sangre)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora