Epílogo

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Desde lo más profundo

Dargan

Mil voces susurrando en mis oídos, día y noche.

Días eternos y noches sin parar.

Mi sombra me veía desde atrás, burlándose y atacandome. Yo mismo lo hacía.

Las rejas aquí brillaban incluso más que el sol que solía recordar, haciendo que mis ojos quemaran.

No tenía claro cuento tiempo llevaba aquí dentro, no era consciente de nada, no hacía ningún esfuerzo por levantarme del suelo, tampoco por comer algo, solo seguía hundido en mi propio agujero hoyendo la voz de ella.

"Sálvame"

—Lo siento...—balbuceaba—por favor perdóname...

Sus ojos eran todo lo que solía ver, sus ojos tan brillantes y llenos de luz y luego veía como se apagaban poco a poco.

Ella estaba muerta. Ella se había ido..., y yo seguía aquí vivo, respirando un aire miserable que desearía ella pudiera tomar en mi lugar.

Solía estar siempre muy dentro de mi mente, era el único lugar donde podía encontrarla por escasos segundos.

Dargan.

Su cabello negro lizacio resbalaba por su espalda, mientras su mano sujetaba la mía guiándome a su paso.

—¿Dónde vamos?—pregunté aferrandome a su agarre.

Podía sentir como esto no era real, podía sentir como esto era una ilusión, pero luego yo..., yo veía sus ojos, veía ese gris y solía perderme en ellos tan fácilmente.

—¿Acaso lo has olvidado?—su sonrisa era dulce—Prometiste llevarme al prado lleno de mariposas hoy por la mañana.

Mi garganta dolía mientras apretaba mis ojos para poder contener mi respiración.

—¿Pasa algo?—de repente se había volteado por completo, y eso hizo que él peso de todo fuera todavía peor—Oye...—su mano se posó en mi mejilla, y su toque se sentía tan familiar, el olor de su piel tan vivo y tan dulce...—Estás llorando...

No me había dado cuenta que lo hacía, tampoco era consciente de que alguna vez lo hubiera hecho.

Negué con la cabeza.

—No—dije—esto no es real.

Su ceño se frunció ligeramente, a la vez que yo apartaba su mano de mi rostro.

—No digas estupideces—trató de bromear—Se nos hace tarde, infeliz idiota, vamos.

Ella se volteó siguiendo el camino sin embargo yo me quedé parado en mi lugar.

Ella se detuvo volteando una vez más.

—Vamos mi amor...—me llamó.

Tuve que tomar una enorme fuerza de voluntad para no correr hacia sus brazos y quedarme ahí para siempre, pero ella no era Hestia...

—Te amo donde sea que estés—fué lo último que le dije antes de que todo a mi alrededor empezara a caer en pedazos, igual que ella que desaparecia como una hermosa ilusión.

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He querido escribir esta pequeña parte de lo que Dargan tuve que vivir durante los cuatro años que estuvo encerrado.

Ha tenido que pasar incluso por cosas mucho peores, pero eso ya se verá en el segundo libro.

DIOSES, BRUJAS Y TRONOS (Lágrimas de fuego y sangre)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora