Capítulo uno

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La televisión que estaba instalada en la pared se encontraba encendida. Su funcionamiento era escaso; a veces, lograba captar la señal y mostraba la transmisión de noticias del canal 13, pero luego, la pantalla se distorsionaba y solo mostraba estática. El sonido dentro de la cafetería se retenía por las cuatro paredes que los aislaba del pasillo al otro lado, solo eran audibles los murmullos de las pocas personas que se encontraban allí.

—¿Dónde está tú padre? ¿Por qué nos trajo aquí? —preguntó Cristian, quien miraba su plato con asco. Movía los pedazos de brócoli con el tenedor y los apartaba del resto de la ensalada.

—No lo sé. Ya no me preguntes.

Días atrás, las criaturas atacaron la ciudad inesperadamente. Las cadenas televisivas de toda Sillury ya habían advertido sobre el extraño avistamiento de aquellas bestias, pero nadie estaba preparado para enfrentarlas, incluso otros, habían ignorado el suceso por completo. Cuando ocurrió la llegada (así lo denominaron varios conspiranoicos de internet) Matías se encontraba en el instituto hasta que las alarmas sonaron. El caos fue instantáneo. Los múltiples alumnos entraron en pánico y se acoplaron en los pasillos de la institución, a su vez, escucharon atónitos los disparos lejanos y las explosiones abrumadoras de origen desconocido.

Todo aquello los tomó desprevenidos...

Matías y su amigo Cristian se marcharon del instituto y en el camino se encontraron con su padre, Richard Wegner. Él los llevó a ambos a una misteriosa fábrica abandonada. Bajaron hasta un piso subterráneo secreto y simplemente los dejó en una habitación pequeña, bajo el cuidado de uno de los soldados que los retenían allí junto al resto de personas. El padre de Matías, simplemente se marchó sin darles alguna explicación sobre lo que sucedía.

Matías apretó los puños y desvió su mirada al televisor. Pensar en todo aquello le hervía la sangre, y a la vez le preocupaba que su padre estuviera comprometiendo su vida con proyectos ultrasecretos.

—Todos dicen que son alienígenas, tío. ¿Y si esto es una invasión? —Cris se acomodó en su silla, acercó la cara a Matías y bajó el tono de voz —. Quizás tu padre sabe algo... O puede ser que...

—Basta ya, Cris.

—¿Pero las has visto, verdad? Tienen pinta de ser extraterrestres —Cris escupió un pedazo de carne de la emoción y luego se echó a reír. Matías apartó la mirada del trozo masticado que yacía en la mesa —. Algunas se parecen a perros, pero vi una que literalmente era un gorila.

—¿No vas a recoger eso? —señaló la carne babosa. El estómago se le revolvió y tuvo que contener sus ganas de vomitar.

—Oh si. Lo olvidé.

—¡No tío! ¡Eso es asqueroso! —exclamó Matías y se puso de pie acongojado. Cris acababa de comerse nuevamente el trozo de carne que había escupido.

—¡La comida no se puede desperdiciar!

—¡Ustedes dos, silencio! ¡Estamos tratando de escuchar las noticias! —reclamó un hombre, ubicado en la mesa de al lado.

Matías tuvo que sentarse de nuevo y agachó la cabeza. La bandeja estaba servida frente a él, la carne ya se había enfriado y luego de lo que hizo Cris ni siquiera se le antojaba darle un bocado. No tenía hambre. Lo único que necesitaba era ver a su padre.

—¿Quiénes son estas personas? —Cris detalló los pocos rostros presentes. Las personas que en ese momento se encontraban allí comiendo no sobrepasaban las veinte. La mayoría se veían demacrados y al igual que Matías y Cristian, se notaban confundidos.

Matías vio por el rabillo del ojo que algo se movía tras el gran ventanal que mostraba el pasillo del otro lado. Vio a un grupo de soldados dirigidos por un hombre alto y que portaba un traje caqui. Reconoció al hombre de inmediato y se puso de pie abruptamente. Corrió hacia la ventana y comenzó a golpearla.

Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora