Matías estaba en la cama de abajo. Cris estaba en la de arriba.
En el cuarto lo único que había era una litera y una cama individual en un rincón. Poseían un armario pequeño, en el que sólo guardaban la ropa con la que llegaron. De hecho, lo único que podían vestir en ese lugar era una especie de pijama azul claro de mangas largas y pantalones holgados.
—¿Qué opinas sobre la propuesta del señor Eithan? —le preguntó Cris y asomó la cabeza desde arriba.
—No lo sé. Creo que no está bien.
—¡Venga! No seas tan inseguro. No va a pasar nada malo, además, debemos saber que tienen abajo y tu padre no nos haría daño —insistió.
Matías rodó los ojos ante su insistencia. A decir verdad, si se sentía intrigado, y de tan solo pensar en escabullirse en esos pisos subterráneos hacía que la adrenalina recorriera todo su cuerpo. Por otro lado, no quería fallarle a su padre.
De repente, la puerta de la habitación se abrió y lo primero que vieron fue a un soldado, este era alto, con anteojos y sin un pelo en la cabeza. Tenía una expresión seria en su rostro. El hombre los examinó a ambos y luego recorrió toda la habitación con la mirada.
Tras él, Matías logró reconocer al señor Eithan. Este le sonreía. Además, traía consigo una maleta.
—Tienen un nuevo compañero, jóvenes. Es el señor Eithan Miller, pidió personalmente estar con ustedes ¿Están de acuerdo? —el soldado alzó una ceja, a la espera de una respuesta.
Cris se bajó de la cama de arriba de la litera y miró a Matías conteniendo una sonrisa.
—Bien. Nos parece bien —respondió asintiendo con la cabeza.
El soldado ahora se centró en Matías, quien solo se limitó a asentir.
Eithan se adentró en el cuarto. El soldado se despidió y cerró la puerta.
—Joder ¿Cómo hiciste para cambiarte de cuarto, eh? —Cris y él chocaron los puños. Como si se conocieran de toda la vida.
—Son pocos los guardias que hay, solo dije que dos menores de edad no deberían estar solos y me ofrecí a cuidarlos. No me costó mucho convencerlos.
Cris se rió.
—Espero no hayas cambiado de opinión —soltó Eithan dirigiéndose a Matías. Se acomodó en la cama del rincón. Dejó la maleta encima y se sentó —. Sé que suena peligroso, pero no nos harán daño.
Matías notó cierta inseguridad en el hombre. Al igual que él no estaba seguro de que estarían bien luego de escabullirse en lo que sea que hay abajo.
—¿Entonces cuál es tu plan? —preguntó sin rodeos.
—Este lugar está lleno de pasillos, pero uno en especial está restringido. No podemos ir allí a pie. Debemos encontrar una puerta de acero que nos llevará directamente al ascensor, pero para hacerlo funcionar necesitamos la tarjeta de acceso.
—¿Cómo sabes todo eso? —Cris se sentó a su lado y lo miró con emoción.
—Mi esposa. Trabaja aquí. Antes de que viniéramos, encontré en su oficina un mapa. Por eso lo sé —contestó —. Debemos quitarle la tarjeta a uno de los soldados, todos la tienen. Luego, debemos dirigirnos al cuarto de aseo, allí hay una entrada secreta a los ductos de ventilación, por ese medio atravesaremos el pasillo sin ser vistos.
—Entonces lo complicado del plan es la tarjeta —repuso Matías y se mordió el labio —. Quizás... si creamos una distracción podemos quitársela a alguno. También la vi. La tienen sujeta en el pantalón.
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Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]
Science FictionLa falla en el laboratorio desató el caos. Las extrañas criaturas, producto de un virus misterioso, ahora andan sueltas y están destrozando todo a su paso. Se han multiplicado a gran escala, y es casi imposible frenarlas. Una nueva especie. Un futu...