Capítulo doce

30 24 17
                                    

El sol brillaba resplandeciente desde el horizonte. A partir de donde estaban podían sentir la calidez que les proporcionaba los rayos del sol. 

Cualquiera diría que estaban acampando en la cima de una colina, con una vista estupenda, pero la realidad no era así. No tenían a donde ir. Ningún lugar era seguro ahora.

Jefferson alzó la lata sobre su boca y permitió que los restos de frijoles se deslizaran y llegarán hasta él. Tragó y sintió los trozos bajar por su garganta de una manera no muy agradable. A partir de ahora, no comería más frijoles enlatados nunca más en su vida, ya que tanto el sabor como la textura le parecían horribles.

—La ciudad está hecha mierda en tan poco tiempo. Esas cosas ya debieron de llegar hasta allí —comentó Joseph rompiendo el silencio. El resto, que se terminaban también sus sopas enlatadas, giraron la cabeza hacia el lado opuesto de donde salía el sol y observaron como desde la ciudad Astra se alzaban enormes columnas de humo. De vez en cuando escuchaban disparos y explosiones.

—Ya me imagino la cantidad de personas que han muerto —agregó Rick y tiró la lata luego de haberla terminado por completo —. Me pregunto si el resto del mundo sabe de la situación actual.

—Yo creo que sí. Pero no entiendo el por qué nadie ha mandado aviones o lo que sea para acabar con las criaturas —opinó Marcus y eructó. Luego se puso rojo de la vergüenza y agachó la mirada.

—Vaya, hombre ¿Por qué te avergüenzas? —se burló Joseph y acto seguido se tiró un pedo —. ¿Lo ves? Es normal.

Rick le dio un codazo y se echó a reír. Marcus soltó una risita nerviosa. De un momento a otro, la conversación tomó un rumbo anormal, y ahora los tres hacían competencia de eructos como si fueran niños pequeños.

Jefferson rio un poco también, pero luego, una sensación extraña invadió su cuerpo y le puso los pelos de punta. Se puso serio. Miró a todos lados y se percató de que estaba en modo alerta. Sentía que algo se aproximaba. Lo sentía... y lo escuchaba.

—Es un auto —dijo acallando las risas. Todos se quedaron en silencio, observándose unos a otros. Esta vez el sonido fue más claro. No se trataba de un auto, sino de dos.

Reaccionaron de inmediato. Rick corrió hacia la camioneta y Marcus le siguió.

Jefferson, por otro lado, se acercó al borde de la colina y se asomó. Abajo había bastante vegetación; árboles altos pero no tan juntos, por lo que su vista no era limitada y eso era bueno. Pudo observar que desde el mismo camino por el que habían llegado se aproximaba un auto negro y blindado. Supo de inmediato que era del gobierno.

Corrió hacia los demás, que ya estaban dentro de la camioneta. Se sentó de copiloto y cerró la puerta bruscamente.

—¡Mierda! ¡No tenemos escapatoria! —exclamó Rick alarmado.

—Vienen para acá, están —Jefferson tomó aire, estaba agitado — subiendo. Podemos bajar por el lado contrario, también hay un camino pero es rocoso ¿Eres capaz de conducir así?

Rick asintió y tragó saliva. Introdujo la llave y la giró. El auto relinchó una y otra vez. El motor no funcionaba.

—¡Joder, lo que faltaba! —bramó Joseph furioso.

El auto desconocido apareció frente a ellos y se detuvo. Las puertas de éste se abrieron casi al mismo tiempo y tres soldados se bajaron. Iban armados.

—¿Son del gobierno? —preguntó Marcus —. ¿El agente Rifftod nos encontró?

—¿Tú qué crees, calvo? ¡¿Tú qué crees?! —le reprochó Joseph.

Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora