Capítulo veintiséis

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El sol empezaba a hacer presencia por el este, sus rayos de luz se abrían paso entre las montañas que se situaban a la lejanía. El cielo comenzaba a esclarecer y las praderas recobraban ese verde vivo que tanto las caracterizaba.

El jeep se movía escandalosamente de un lado a otro debido al mal estado de la carretera. Además, un hedor a sudor impregnaba en el interior del auto, y se producía porque siete personas viajaban apretujadas la una con la otra. Era un infierno.

—Las criaturas tenían unos collares con el logo del gobierno. Parecían mascotas —comentó Jefferson rompiendo el silencio —. El agente Rifftod tenía un aparato, creo que tiene alguna especie de control sobre esas cosas.

—Cuando ustedes estaban adentro, llegaron camiones de MABS, liderados por Rifftod. Soltaron a las criaturas y las metieron en el laboratorio para que acabaran con ustedes, más precisamente con Richard y la señorita Jones —expuso el conductor del vehículo, el cual era un hombre corpulento, de gran tamaño y que se hacía llamar Big Tom —. Las controlan con esos collares. Por eso no querían exterminarlas, las necesitaban con vida para usarlas como armas biológicas. Ese fue el propósito del experimento.

—Si, y en cuanto llegue el momento, las mandarán a combate con Rusia y otros "enemigos" —añadió uno de los soldados haciendo énfasis en la última palabra.

—¿Y ahora qué haremos? —fue Armando el siguiente en hablar, su pregunta se dirigía precisamente a Richard.

La atención llegó al señor Wegner. Este estaba inmerso en sus pensamientos, y simplemente no dijo nada.

—Hemos fallado. No queda nada más por hacer —contestó Julia y apartó la mirada de Wegner.

—¿Entonces nos quedaremos de brazos cruzados mientras el gobierno de Sillury manda a las bestias a territorio Ruso? Eso no es posible. Las dejarán en ciudades, y acabarán con vidas inocentes. Tenemos que buscar otras maneras, para eso se creó la organización rebelde. No podemos simplemente dejar que...que —replicó Armando pero se quedó atascado antes de continuar. Se mordió el labio y agachó la mirada. Tanto él, como todos los presentes, tenían claro de que habían perdido.

El silencio volvió y todos se sumergieron en las entrañas de sus pensamientos.

Jefferson siguió mirando por la ventana. A lo lejos se observaba la ciudad Astra, el lugar ideal de todo pueblerino. Pero la imagen no era del todo agradable, ya que desde varios edificios se alzaban columnas de humo. Por suerte, y por desgracia, las criaturas dejaron de expandir su territorio y no salieron de la zona de la ciudad ni de esta zona rural, incluyendo al pueblo Bernon. El gobierno las estaba capturando, y en el proceso muchas vidas se estaban perdiendo. Las cosas habrían sido diferentes si el gobierno mandara tropas de soldados, dispusiera armas y todo tipo de artefactos para matarlas, la situación habría sido diferente ya que el daño no habría sido descomunal.

«Están matando a personas para mantener con vida el proyecto MABS» pensó Jefferson con cierto repudio. Luego se imaginó la reacción de los rusos ¿Atacarían Sillury? Sin embargo, el plan había fallado. Perdieron los expedientes que servirían como prueba de que las criaturas no eran especies salidas de la nada sino que eran armas biológicas. Ahora no quedaba nadie con el poder de informar al mundo sobre la verdad.

Big Tom frenó el auto de inmediato y señaló hacia la carretera que se formaba por delante.

—Son personas —dijo.

Las siluetas de dos personas se hallaban en medio de la carretera. Era muy lejos para poder ver sus rostros. Ambas movían los brazos en el aire para captar su atención.

Jefferson observó desinteresado y devolvió su mirada a la pradera, para sumergirse de nuevo en sus pensamientos.

—No importa. Solo sigue conduciendo. No podemos ayudarlos.

—Me sorprende que sigan vivos... A este paso no quedan sobrevivientes.

Los comentarios del resto le dan igual. Solo piensa en su familia, piensa en su pequeña Rosie y su ex esposa Barbara. Las echaba mucho de menos...

El motor del jeep cobró vida nuevamente, ronroneó y rugió con energía. Big Tom avanzó por la carretera pasando justo al lado de los extraños sin detenerse.

—¡Eh! ¡Necesitamos ayuda! —exclamó uno de ellos.

Jefferson se inclinó hacia atrás y vio por la ventana trasera. Tuvo una corazonada al instante. Abrió los ojos más de lo normal por el asombro y le pidió a Big Tom que detuviera el coche, y éste así lo hizo.

—¿Y ahora qué pasa? —refunfuñó Julia molesta.

Jefferson se bajó del auto y corrió hacia ambas personas, deteniéndose primeramente frente al hombre. A su lado, se hallaba una mujer, la cual tenía una capucha. Ambos cubrían sus rostros con pañuelos negros y empolvados.

Tanto Jefferson como el hombre se miraron fijamente por unos segundos. Hasta que aquel "extraño" se quitó el pañuelo y se descubrió todo el rostro. Una sonrisa se extendió por su rostro.

—Nos volvemos a ver. Sargento Jefferson —le dijo con voz ronca.

Jefferson no lo dudó y se abalanzó hacia él, lo rodeó con sus brazos y le brindó un abrazo.

—Joder, Alex Lewis, que bueno verte de nuevo.

Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora