Capítulo siete

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Jefferson había conducido por varias horas hasta que la oscuridad cubrió por completo el cielo. No mencionó nada acerca del destino al que irían a parar, simplemente detuvo la minivan en la cima de una colina, en la cual el territorio era plano y extenso.

—¿Qué se supone que hacemos aquí? —indagó Joseph con el ceño fruncido y bostezó.

—Aquí le propuse matrimonio a mi esposa. Hacíamos camping en la cima de esta colina. Es el único lugar en el que estaremos seguros —explicó el sargento y tomó aire —. Con la ayuda de Dios, estaremos fuera del alcance del agente Rifftod.

—¿Dormiremos al aire libre? —preguntó Marcus sorprendido.

—En la gasolinera había una enorme carpa, así que la traje ¿Quién está listo para acampar, eh? —Jefferson se rio, elevando los ánimos del grupo.

Cuando se bajaron del auto, el frío fenomenal a las alturas de la colina era insoportable, pero aún así armaron la carpa, y se metieron adentro. Estaban listos para dormir no sin antes orar por los que ya no estaban: Bob Kart, Carlos Ristman y Raúl, Charlie, y Alice Merwin...

—Que Dios los ampare en su gloria —finalizó Jefferson conteniendo las lágrimas.


***

Marcus sentía la respiración de alguien en su cuello, y esa sensación lo hizo estremecer. Él estaba en el medio, a un lado se encontraba el sargento y al otro estaba Rick. Dedujo que la respiración provenía de este último.

Decidió girarse y cuidadosamente rodeó el abdomen de Rick y lo abrazó, lo sintió cálido. No pudo evitar sonreír.

«Para ser gay no hay edad» Ese pensamiento lo hizo reír. Por suerte, todos estaban profundamente dormidos.

Marcus cerró nuevamente los ojos y trató de dormir, sin embargo, sin darse cuenta se quedó pensando por muchísimo rato.

Una palabra se repetía en su mente:

Hazlo al revés... al revés...al revés...

Esa voz se le hacía familiar. Era la voz de Alice, su antigua compañera de trabajo y a la cual vio morir dolorosamente. Se le llenaron los ojos de lágrimas al recordar cómo por primera vez ella lo había llamado amigo. Eso le partió el corazón.

Luchó por quedarse dormido, pero no lo consiguió. Quizás se sentía sofocado y necesitaba un poco de aire, pero salir de la carpa significaba que ya no podría abrazar a Rick.

Se mordió el labio y tomó una decisión. 

Salió.

Una fuerte ráfaga de viento impactó contra su cuerpo. Estaba de cuclillas, cerrando la carpa para evitar despertar al resto. Luego se levantó y miró el cielo; lleno de estrellas y con una luna resplandeciente en lo alto.

Fue en ese preciso instante en que lo supo. Recordó la conversación que tuvo con Alice meses atrás, ella había dicho que el código morse le parecía difícil y que prefería los códigos que estuviesen relacionados con el abecedario. Pero Marcus ya lo había intentado, y no consiguió formar ninguna palabra.

Al revés...

Exacto. Quizás podría conseguir algo si lo intentaba en el sentido contrario.

Se dirigió a la minivan, sacó de allí una linterna, un papel desgastado y un bolígrafo que se encontraban en el estuche del auto. Se subió en el asiento de copiloto y encendió la linterna.

Examinó los números de la fotografía: 12-7-25-23-2-12-9-11-16-23-24-27-15-19-25-27-16-14-23.

El abecedario contiene veintisiete letras (contando la Ñ) tenía sentido que el mensaje oculto estuviera allí.

Pasó demasiado tiempo allí adentro. Cogió la letra final del abecedario; Z (la cual se representaba con el número uno) y también, inició por el número final (23), luego de unos largos minutos que le resultaron eternos logró decodificar el mensaje, consiguió obtener cinco palabras que para él, sin duda tenían sentido.

Tomó el móvil desechable de escasa batería. Marcó el número y se lo puso al oído. El tono se escuchó tres veces hasta que por fin alguien respondió:

—Hola —era una voz robótica y femenina.

—En la cima del proyecto —respondió Marcus, tenía que decir el mensaje antes de mencionar cualquier otra palabra, así se lo indicó Alice antes de fallecer.

Se mordió el labio y suspiró. Estaba nervioso. La voz robótica al otro lado no dijo nada más, y la llamada se cortó.

—¡¿Es enserio!? —bramó enojado y lanzó el móvil hacia la ventana delantera —. ¡Estuve como una hora descifrando el mensaje y me cortaron la llamada! ¡Hijos de...!

De repente, una explosión lejana lo sobresaltó. Salió de la minivan y logró observar la ciudad Astra a lo lejos, sobre ella, volaban helicópteros, salía humo de uno de los edificios y varias explosiones fueron visibles desde donde se encontraba.

—Las criaturas están allá —murmuró y sintió que el corazón le palpitaba con fuerza.

Se escucharon disparos, luego, vio que una columna de humo se alzaba desde las calles. Parecía que un edificio se había desplomado.

Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora