Capítulo nueve

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Richard Wegner mantenía el ceño fruncido, miraba a varias direcciones con desconcierto, sin entender del todo la situación. Luego, su mirada se posó únicamente en su hijo.

Matías reconoció la expresión de su padre, demostraba decepción de su propio hijo, lo cual lo hizo sentir mal, pero no arrepentido.

—Padre, yo... —Matías intentó explicarse, pero su padre no lo permitió.

—¿Qué carajos pasa contigo? ¡¿Por qué estás aquí?!

Todos los presentes se quedaron en silencio. A Matías se le formó un nudo en la garganta, y aunque lo intentó, no pudo formular palabra alguna.

—Bajen sus armas —le ordenó a sus hombres y estos obedecieron de inmediato.

—Señor Wegner, yo asumo la responsabilidad de todo esto. Convencí a su hijo de que me ayudara a bajar. Estaba preocupado por mi esposa, y como él es su hijo, yo... —habló Eithan en voz baja, no se notaba firme, de hecho estaba nervioso.

—Entiendo, bajaste para ver a tu esposa porque estabas preocupado —Richard sonrió con desdén —. ¿Y por eso involucraste a dos jovencitos en esto? ¿Usaste a mi hijo para esta tontería? ¡Compórtese como un adulto, señor Miller!

En el laboratorio se presenta una chica. Alta y de piel morena, con el pelo crespo atado en una moña alta. Portaba una bata blanca, llevaba consigo guantes de látex y unas monogafas. Aquella se quedó mirando a Eithan totalmente sorprendida.

—Cariño ¿Qué haces aquí? —le preguntó y se acercó a él. Se quitó los guantes y los depositó en una caneca, luego lo abrazó.

—Lena, su esposo acaba de bajar sin autorización. Robó la tarjeta de uno de nuestros compañeros e involucró a dos niños en esto, uno de ellos es el hijo del jefe Wegner —le explicó uno de los soldados. La chica, que parecía ser la esposa de Eithan se apartó bruscamente de él, y frunció el ceño.

—¡¿Estás loco?! —le gritó.

—Yo estaba preocupado, amor. Perdón. Lo que hice estuvo mal, pero tenía que hacerlo, yo... yo... —le dijo Eithan conteniendo las lágrimas.

—Te aseguré que estaría bien. Que en cuanto tuviera oportunidad, subiría a verte ¡Has cometido un error muy grave! —replicó su mujer y se volteó hacia Richard —. Lo siento mucho, jefe.

—¡Creí que te habían hecho daño! ¡Esta gente ha creado a las criaturas que están invadiendo toda Sillury! ¡¿Acaso no lo entiendes?! —vociferó Eithan y se limpió las gotas de sudor que resbalaban por su frente.

—Debemos mantener la calma —intervino Richard y se tocó la barba dubitativo —. No tenemos nada que ocultar, por lo que no ha sido tan grave que bajaran aquí. Los tres, Cristian, Eithan y mi hijo, deben guardar silencio. El resto de familiares entrarán en pánico, y debemos evitar que eso suceda ¿lo entienden? Les explicaremos todo, para que no hayan malentendidos.

—Pero señor, son niños —replicó uno de los científicos.

—¡No somos niños! —exclamó Cristian y recibió un codazo por parte de Matías.

—Mi hijo es lo suficientemente maduro. Comprenderá la situación. En cuanto a los otros dos...

—También queremos explicaciones —le interrumpió Eithan.

—¡Basta! ¡Me estás avergonzando! —su esposa lo fulminó con la mirada —. Estás invadiendo mi espacio de trabajo. Estábamos en medio de una reunión importante hasta que llegaron ustedes.

—Todos volverán a sus lugares de trabajo. Lena Miller, lleva a tu esposo y a ese jovencito a la sala de control. Tengo que hablar con mi hijo —dijo Richard y todos obedecieron. Regresaron a sus escritorios, otros se marcharon por donde habían venido y los soldados (que no eran muchos por cierto) se quedaron inmóviles esperando órdenes.

Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora