Capítulo seis

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Natalie posicionó dos dedos bajo la nariz de su hermano, solo para asegurarse de que siguiera respirando. Nunca antes lo había visto reaccionar de esa manera, ni mucho menos, desmayarse. Era solo un niño ¿Cómo es posible que a tan temprana edad ya estuviera experimentando ataques de pánico?

Ya eran las 19:20 y Lucas aún seguía inconsciente. Según el hombre, era normal y era mejor no despertarlo aún, pero ella no se fiaba de él... Sin embargo, optó por dejarlo descansar por decisión propia.

Se levantó del sofá cama y anduvo por la casa rodante, el lugar no era tan estrecho. Contaba con una mini cocina, una cama que a la vez tenía función de sofá y al frente había un televisor pequeño con antena, como en los viejos tiempos. El baño se ubicaba en el exterior, era una caseta de madera que contaba con retrete y ducha.

Natalie tenía demasiado frío, vio una chaqueta colgando en un clavo pero no se atrevió a cogerla, no le parecía correcto. Se asomó por la ventana y vio fuego, el hombre estaba sentado sobre el tronco de un árbol caído y se cubría el rostro con las palmas de las manos.

Decidió que era mejor regresar con su hermano e intentar dormir, pero en ese preciso instante una idea se coló por su mente. Quizás era el momento de romper el silencio, preguntarle al hombre por qué hizo lo que hizo. Ella necesitaba explicaciones.

Por precaución tomó un cuchillo y lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón holgado, luego bajó los tres escalones y abrió la puerta. Lo primero que escuchó fue sollozos. El hombre estaba llorando.

Caminó lentamente hacia él, evitando temblar por el frío, o quizás por el miedo.

—¿Por qué le hiciste eso a mi hermano? —soltó sin preámbulos. Había sido muy directa, pero no le importaba. El hombre alzó la cabeza y se limpió rápidamente las lágrimas.

—¿Qué?

Aquel la miró con desconcierto por un breve instante, luego suspiró y agachó la mirada.

—Déjanos ir —exigió ella con firmeza, apretó los puños y lo fulminó con la mirada.

—Pueden marcharse, pero no sobrevivirán solos —contestó y se sorbió la nariz —. Yo no los tengo secuestrados o en contra de su voluntad, ustedes son libres de irse. Lo que sucede, es que esas criaturas están por todos lados, así que considero que este lugar es más seguro para ustedes.

Natalie no supo qué decir. En parte, el hombre tenía razón.

—Tuve que hacerlo... Si no le hubiera cortado el brazo a tu hermano, lo más probable es que estaría muerto. Mira niña, a tu hermano lo mordió una criatura y no sé si notaste que su brazo se estaba transformando, estaba sufriendo las consecuencias ante el contacto con ese animal. Si no hubiera intervenido, tu hermano habría empezado a convulsionar y habría muerto al instante. Lo que hice fue detener la propagación del virus por todo su cuerpo ¿lo entiendes?

Ella recordó al señor Jhon. También le sucedió lo mismo, lo mordió una de esas cosas y comenzó a convulsionar. No supo si murió puesto que abandonó la cabaña, pero por el breve instante en el que estuvo allí estaba segura de que nadie podría ayudarlo.

Un escalofrío recorrió su cuerpo. Imaginarse a su hermanito muerto le aterraba. No sería capaz de vivir sin él.

—Lamento que las cosas hayan salido así. En cuanto vi que lo atacaron, fue mi instinto el que me llevó a cortarle la extremidad.

—Supongo que... debo organizar mis emociones. Al fin y al cabo, no lo hiciste con mala intención —admitió Natalie y suspiró. Dudosa, se acercó al tronco y se sentó a su lado manteniendo la distancia. Estaban rodeados de árboles que sólo podían distinguir por sus siluetas, si no fuera por la fogata, estarían en total oscuridad —. Todo sucedió muy rápido, por más que intentabas explicarme el por qué, yo... estaba totalmente histérica y no te escuché. Creí que eras un asesino o algo por el estilo. Lo siento.

—No soy muy diferente a un asesino.

Esa respuesta la paralizó. Alzó mucho las cejas y sintió como el corazón tomaba un ritmo acelerado,

—Fui militar. Y por órdenes, disparé a muchas personas. Por eso me alejé de la sociedad, merezco estar solo. Soy algo así como ¿un ermitaño? ¿o un solitario? creo que es lo mismo ¿no?

Ella soltó el aire que retenía en sus pulmones, pero aún así, no se sintió tranquila. El hombre se disculpó por haberla asustado y le explicó más en detalle. Le contó que era coronel y jefe de su propia escuadra de soldados, durante las guerras que se formaron en el país luego de la tercera guerra mundial asesinó a muchos ciudadanos que se revelaron ante el gobierno. Su trabajo culminó en una inesperada emboscada, en la que asesinaron a casi todos sus muchachos. Después de allí, reflexionó y abandonó todo lo que en ese entonces le importaba. Se consiguió la casa rodante. Simplemente empezó a vivir por estos bosques en compañía de su madre.

—Y tu madre... ¿Dónde está? —preguntó Natalie y miró a su alrededor, como esperando verla por ahí.

—Ella murió —respondió y se limpió una lágrima que le caía por la mejilla —. Era una mañana tranquila, esas en las que lo único que quieres es ir a caminar y apreciar la naturaleza. Estábamos adentro y ella salió primero, cuando salió... sus gritos... la vi. Vi a una de esas cosas sobre ella, y acabó con su vida.

Natalie se sorprendió, pero al mismo tiempo, se sintió terriblemente triste. Una criatura mató a su madre, que era lo único que le quedaba en el mundo.

«Pobre hombre» pensó.

Ella llevó su mano hacia el bolsillo trasero del pantalón y sacó el cuchillo, el hombre se sorprendió. Natalie le extendió el cuchillo lentamente, mantenía la mirada puesta en el suelo repleto de hojas secas.

—Discúlpeme, señor. Tomé este cuchillo como precaución, temía que me hiciera daño —confesó arrepentida —. El hecho de que te entregue la única arma con la que cuento para defenderme es señal de que confío en usted. Así que no me falle, y a mi hermano tampoco.

El hombre sonrió y asintió con la cabeza, pero sin embargo, no recibió el cuchillo.

—Puedes quedártelo. Te prometo que no les haré daño, pero es mejor llevar algo encima por si te topas con uno de esos animales. Y por cierto, mi nombre es Harry Wellington ¿Y tu?

—Soy Natalie Lewis, y mi hermano se llama Lucas.

Los dos se estrecharon las manos y sonrieron mutuamente.

Harry se puso de pie:

—Mañana tendrás que quedarte con tu hermano por un tiempo. Se nos agotan los suministros, debo ir al pueblo a conseguir comida y medicamentos para tú hermano.

—¿Cómo así? ¿Nos dejarás aquí solos?

—No sé si es seguro que vengan conmigo. No puedo garantizar el bienestar de los dos —le contestó preocupado.

—Ningún lugar es seguro ahora. Es mejor si estamos juntos.

Harry la miró fijamente, parecía dudoso.

—No nos puedes dejar aquí solos, si pasa algo, no tendremos a alguien que nos ayude. Además, debo buscar a nuestros padres —añadió Natalie conteniendo las lágrimas. Recordar a sus padres le partía el corazón.

—Lo pensaré. Por ahora, es mejor que descansemos y esperamos el mañana ¿Te parece?

Natalie asintió y se puso de pie. Los dos entraron nuevamente en la casa rodante, que estaba varada allí en medio del bosque.

Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora