Capítulo quince

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El militar se acercó a la mesa, traía la radio consigo.

Jefferson no sabía que le había dicho Marcus, pero sea lo que sea había funcionado.

—Ya me comuniqué, me han ordenado llevarlos a la oficina de mi supervisor. Como soy el único disponible tendré que hacerlo solo. Si se les ocurre hacer alguna tontería, o intentan escapar no dudaré en disparar. Me han dado autorización —aseguró el militar, pero Jefferson notó al instante su nerviosismo. Y aunque no estaba del todo seguro, le parecía ver la funda vacía. El militar no traía consigo un arma —. Tengo que vendarles los ojos... y atarlos...por seguridad.

Sin duda se trataba de un novato. Parecía que nunca en su vida hubiese disparado un arma, además, no poseía un carácter firme. Ni siquiera esos brazos flacuchos le servirían para asestar golpes.

—Claro. Haremos lo que usted nos ordene —contestó Jefferson y fingió una sonrisa al ver la mirada incrédula de Rick y el científico —. Vamos, que se nos hace tarde.

El sargento sonrió y alzó las cejas, aquella expresión relajó el rostro del militar el cual les pidió amablemente que lo siguieran. Los llevaron fuera de la cafetería y recorrieron el pasillo hasta internarse en una habitación pequeña que solo contaba con una cama.

El militar se apresuró, abrió uno de los cajones de la mesita de noche y sacó tres trozos de tela lo suficientemente largos para vendarles los ojos.

Mientras tanto, Marcus y Rick examinaban la habitación y Jefferson se preparaba para su próximo movimiento.

Cuando el militar regresó hacia él, Jefferson le propinó una patada en la pantorrilla y lo hizo caer al suelo. Luego intentó posicionarse sobre él para inmovilizarlo por completo, pero realizó mal la maniobra y falló.

El joven soltó un grito de pánico y de repente, Rick le propinó un puñetazo en el rostro, dejándose llevar por el impulso.

—¡No! ¡Rick no te metas en esto! ¡No le haremos daño a este joven! —le gritó Jefferson alarmado al ver al militar sangrando por la nariz. Se acuclilló a su lado y lo escuchó lamentándose del dolor —. Lo siento, joven. Pero no tenemos otra opción. Tienes que llevarnos al piso subterráneo.

—¿Piso subterráneo? ¿De qué hablas? —preguntó Marcus desconcertado.

—Escuché a los guardias que me retuvieron hablar de eso, hay una instalación secreta bajo nosotros.

—No... puedo llevarlos allí. No puedo —se negó el muchacho mientras dejaba que las lágrimas rodasen libremente por sus mejillas —. Por favor, no me hagan daño. Solo recibo órdenes, es mi trabajo.

—De ti dependerá que no te hagamos daño —gruñó Rick, enojado.

—¿De qué base eres? —quiso saber Jefferson.

—De ninguna, señor.

—¿Cómo que de ninguna? Si no perteneces a una base militar en Sillury no puedes portar esa clase de uniforme.

—¡Es que no soy militar! —reconoció y eso dejó desconcertados a todos —. Le estoy ayudando al señor Wegner a mantener el orden. Solo soy un familiar. Mi hermano es científico de esta instalación y yo me ofrecí para ayudar. Por eso no tengo armas ¡No se como usar una maldita arma! Además... además... si los llevo hacia abajo... pondré en peligro a todos, incluso al único familiar que me queda con vida ¿Lo entienden?

—¿Quién dijo que le haríamos daño a alguien? ¡Solo buscamos respuestas! —replicó Jefferson y detuvo el agarre con el que mantenía al falso militar. Lo dejó respirar y tranquilizarse por unos minutos.

—Vale... los llevaré. Pero por favor, permítanme atarles las manos y vendarles los ojos. Solo por seguridad. No los ataré tan fuerte.

Jefferson miró a Rick y a Marcus esperando su aprobación. Ahora eran un equipo y las decisiones que tomaran de ahora en adelante dependían de todos.

Marcus y Rick estuvieron de acuerdo. 

Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora