Capítulo veintidós

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Salieron del ducto. Uno por uno fueron saliendo de aquel estrecho espacio, pero lo que había al otro lado fue más que horrorizante.

La escuadra que habían dejado atrás hacía minutos se encontraba muerta. Los hombres estaban en el suelo, rodeados de un charco de sangre que se expandía por todo el piso.

Richard examinó el cuerpo de cada uno, les tomó el pulso, y luego analizó sus heridas.

—Mierda. Todos están muertos —se lamentó Omar —. Les dispararon.

—No fueron solo disparos —aseguró Jefferson, quien se encontraba en el suelo junto al cadáver de uno de los muchachos asesinados —. Esto parece ser... una mordida.

Ante su declaración, Jefferson y Julia se acercaron rápidamente y examinaron el cuerpo.

—Es la mordedura de una criatura —dijo Richard y se puso alerta —. Pero ¿Cómo es posible?

—Las armas no están —informó Omar —. Todos traían armas. Pero no están. Quien quiera que haya hecho esto se las ha llevado.

—¿Y dónde está tú arma, Omar? —le preguntó Jefferson.

—La dejé. No fui capaz de escalar con ella.

Así que el único que tenía un arma era Jefferson.

—Hemos caído en una trampa —dijo Julia, lo cual para todos era demasiado obvio.

—¿Cómo es que el elevador se puso en funcionamiento nuevamente? —indagó Richard y se rascó la barbilla. Todo resultaba muy extraño.

—Fuimos nosotros.

La sorpresiva voz de un hombre los alarmó a todos. Jefferson apuntó hasta una de las habitaciones, que antes se encontraba cerrada.

—¡¿Quienes son ustedes?!

—¡Calma, Jefferson! ¡Baja el arma! ¡Son de nuestro equipo! —exclamó Richard y el sargento obedeció.

El hombre, acompañado de dos muchachos más, permanecieron allí de pie junto a la puerta de la habitación.

—¿Armando? —Richard se acercó a él y lo abrazó. Luego examinó una de las heridas que tenía en la muñeca —. ¿Qué ha pasado? Se supone que deberías estar fuera con la otra escuadra.

—Señor Wegner. Recibimos el llamado de esta escuadra, vine con estos dos muchachos y dejé la escuadra fuera. Cuando llegamos, ya estaban muertos y no había rastro de ustedes.

Julia dio un paso al frente y se interpuso en la conversación:

—¿Activaron el ascensor?

—Si, señora.

—¿Y Robert? ¿A dónde se fue Robert?

—El ascensor estaba vacío, jefa. No había nadie allí salvo por un rastro de sangre. Cuando llegamos estaba vacío, luego lo hicimos bajar en caso de que estuvieran encerrados allí abajo.

—¿Cómo está la situación? —quiso saber Jefferson. La mirada del jefe Armando se centró en él.

—Todo esto ha sido una trampa La gente de MAB está aquí, no... de hecho estaban aquí incluso antes de que llegáramos. Nuestras escuadras están a salvo, les pedí que abandonaran la misión, pero no planeaba irme sin usted, Wegner. Así que aquí estoy. Tenemos un jeep afuera esperándonos, pero debemos salir de aquí sin toparnos con esas cosas ni con Rifftod.

—¿Las criaturas están aquí? —preguntó Omar alterado.

—Si... y eso no es todo, se sorprenderán por lo que voy a decirles...

Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora