Capítulo treinta y uno

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Narra Harry

El sol había salido, sin embargo, todo el pueblo seguía desolado. No había rastro de personas, ni siquiera de las criaturas.

Harry anduvo por las calles buscando a la jovencita, y comenzaba a desesperarse ya que no hallaba ningún rastro de ella.

Temió lo peor. Quizás ya era tarde. Quizás la niña estaba muerta.

Seguía totalmente asustado. Necesitaba encontrarla, nunca podría perdonarse la muerte de ella. Sobre todo porque era hija de uno de sus antiguos subordinados en el ejército.

Fue entonces cuando escuchó un disparo que no sonaba tan lejano. Alarmado, giró a la esquina y avanzó por la calle que llevaba directamente a lo que parecía ser una escuela. En el parqueadero vislumbró un auto estrellado contra un poste y desde donde estaba era visible el cuerpo de una jovencita.

—No... —Harry permitió que las lágrimas recorrieran sus mejillas. Corrió hacia el parqueadero de la escuela, y sigilosamente se acercó al auto destrozado. La joven tenía el cráneo aplastado contra el volante. La sangre fresca emanaba de sus heridas. El accidente era reciente.

Tomó un mechón de su pelo y lo jaló, levantándole la cabeza. Vio su rostro deformado; nariz rota, dientes caídos y ojos más sobresalientes de los normal. Era horrible, pero había visto cosas peores en el ejército.

Sin embargo, notó aliviado que se trataba de una jovencita diferente. No era Natalie.

La chica muerta tenía múltiples heridas, pero no todas habían sido causadas por el accidente, puesto que en brazos y piernas se hallaban mordeduras profundas.

—Joder, chica ¿En qué te has metido? —miró hacia el edificio que se alzaba frente a él. No era demasiado grande y solo contaba con tres pisos.

La puerta principal estaba hecha añicos. Y sin otra opción, cargó su escopeta y se adentró en la escuela.


***

Natalie se escondió en el armario junto con el niño. De la misma manera, se echó alcohol encima para ocultar su aroma. Esperaba que así ninguna criatura los encontrara. Ahora sabía que la escuela estaba repleta de monstruos y eso le aterraba. Estaba atrapada. Sin escapatoria. Todo lo que había planeado falló considerablemente. Ahora sabía que abandonar el mercado y alejarse de Harry y de su hermano había sido el error más grande de su vida.

—Gracias por salvarme —le agradeció el pequeño rompiendo el silencio.

A Natalie se le llenaron los ojos de lágrimas, no podía ver al niño debido a la oscuridad, pero en esos momentos deseaba ver sus ojitos. Al menos, tras su error, pudo salvarlo y eso le quitaba el arrepentimiento de encima. Si ella no hubiera llegado, el menor se habría muerto de hambre en aquel casillero.

—¿Cómo te llamas? Yo soy Natalie.

—Jerónimo.

Ambos se abrazaron en medio de la oscuridad. Estaban hambrientos, sedientos y sobre todo asustados. Allí dentro hacía mucho calor. Todo era totalmente difícil de sobrellevar.

—¿Vendrán a salvarnos?

Natalie ni siquiera se molestó en responder aquella pregunta. Simplemente observó por la ranura de la puerta. Los rayos del sol iluminaban el aula, lo cual le permitió ver mejor. Detalló asqueada el cadáver de la criatura que ella misma había destrozado, y también el aparato que destruyó en medio de sus ataques de ira. El dron estaba en el suelo, totalmente inútil y sin funcionamiento alguno.

Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora