Capítulo veintitrés

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Rifftod observaba complacido la escena.

Nunca antes había sentido esa emoción que se arremolinaba en su ser debido al caos que había causado. Sus ojos solo observaban las llamas que comenzaban a destrozar todo el laboratorio.

—¡Me duele! ¡Me duele! ¡Saca esa maldita cosa de mi cuerpo! ¡Dame algo para el dolor! —escuchó los quejidos de Robert a la lejanía. Había recibido un disparo, y lastimosamente, sobreviviría. Odiaba a ese gordo estúpido, pero a pesar de eso, agradecía su gran colaboración. Gracias a Robert, tanto Richard como Julia estaban ardiendo ahora en el infierno.

No pudo contener una risita que luego se prolongó y se convirtió en una estruendosa carcajada que trajo la atención de todos los soldados que le servían. Se sentía como un amo. No pudo haber mejor día que ese.

Miró su reloj, se dio cuenta de que eran las tres de la mañana, debía regresar a la casa presidencial y darles las buenas nuevas al presidente Jones.

—¡Nos vamos! —avisó a gritos y apuró a todos.

Con el aparato incentivó a las criaturas a regresar. Otro grandioso trabajo del gobierno. Gracias a ese objeto controlaban a las criaturas por medio del collar que se les había implantado. Ahora sí sentía que todo estaba bajo su poder.

Las bestias salieron del laboratorio aullando, a algunas se les había quemado parte de la piel, pero eso no importaba. Rifftod oprimió otro botón que provocó una secuencia chirriante que obligó a las criaturas a lanzarse al suelo (algunas convulsionaron). Las criaturas quedaron desprotegidas, y eso facilitó a los soldados encadenarlas nuevamente y llevarlas a las jaulas de transporte. Luego, introdujeron las jaulas en los camiones.

Rifftod se subió en uno de esos camiones y emprendieron su camino de regreso. Tras ellos, se oyó otra fuerte explosión, y el venerable laboratorio MABS se desplomó.


***

Narra Marcus

Organización rebelde, 3:20am.

—¿Y entonces qué pasó con tú padre? —le preguntó Matías.

—Mi padre...bueno... Tuvo problemas de adicción, tanto de alcohol como de drogas. Me amaba, pero no pudo superarlo y finalmente me abandonó. Me enteré tiempo después de que habitaba en las calles. Ya saben, un vagabundo —le contestó Marcus y se aclaró la garganta —. Esa es toda mi historia ¿Interesante, no?

—Más bien triste.

Marcus se encontraba en la cafetería de la organización rebelde. Ésta estaba desolada salvo por ellos tres; Cristian, Matías Wegner y él. Tras no haber podido conciliar el sueño, Marcus decidió dirigirse a la cafetería y allí conoció a esos dos jóvenes espléndidos. Pasaron horas hablando, primero del laboratorio y las criaturas, compartieron teorías descabelladas sobre el origen del virus que provocó las mutaciones y por último acabaron hablando de sus vidas personales. Matías les había comentado que su madre murió tres años después de que naciera debido a un accidente de tráfico. Durante toda su niñez se la pasó en casa de sus tíos, ya que su padre, el señor Wegner, estaba inmerso en su trabajo y no tenía tiempo para él. Toda una desgracia.

—¿Y qué hay de ti, Cristian? Les he contado la historia de mi vida. Ahora es tú turno.

—Bueno —Cris, el joven robusto y moreno, se acomodó los lentes y prosiguió —. No tengo mucho por decir salvo que me encontraron en un basurero y pasé la mayor parte de mi vida encerrado en un orfanato.

—Lo siento mucho... —Marcus se sintió terrible y agachó la cabeza avergonzada.

—¡Jala tío! ¡No pasa nada, estoy de broma! —exclamó el muchacho —. Bueno, es cierto todo lo que dije, pero no me afecta. En serio.

Y comenzó a reírse. Matías le golpeó en el brazo y lo fulminó con la mirada..

—No es gracioso, Cris. Tu historia no es nada graciosa ¿Lo sabes, verdad? Es trágica, literalmente has acabado con el buen ánimo de la conversación.

—Si ya, vale, perdona.

—¿Tardarán mucho en regresar? —preguntó Marcus a Matías, era el hijo de Wegner y esperaba que supiera algo de esa misión secreta.

Antes de que Jefferson se fuera, hablaron. Jefferson le dijo que estaría bien y que regresaría, Marcus estaba tranquilo y simplemente dejó que se marchara. Creyó que no le afectaría su ausencia, pero la verdad le importaba muchísimo que hasta incluso no pudo dormir. No tenía ninguna atracción amorosa hacia él, pero lo amaba, como amigo claro está. Marcus se había encariñado con Jefferson.

Rick por otro lado, se encontraba en la enfermería cuidando de Joseph, quien de hecho ya estaba mejor.

—No tengo idea. Solo espero que tanto mi padre y tú compañero regresen a salvo.

Marcus se quedó mirando fijamente al hijo de Wegner. Era un joven que pese a su corta edad, parecía demasiado inteligente. Luego miró a Cris hurgarse la nariz y supo de inmediato de que este no tenía futuro. Ese pensamiento le hizo reír.

De repente, las alarmas se dispararon en todo el complejo. Luces rojas iluminaron los pasillos al otro lado de la cafetería.

—¡¿Qué está sucediendo?! —exclamó Matías.

Los tres se pusieron de pie abruptamente. Vieron a algunos soldados correr por el pasillo preparando sus armas.

—Algo no anda bien —soltó Cris y se le salió un pedo.

Marcus y Matías giraron a verlo desconcertados ante semejante... ¿Cómo decirlo?

—Perdón, no me pude aguantar. 

Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora