El vicepresidente Karl había esperado ansioso la llamada del señor Wegner, pero al recibirla, se decepcionó bastante. El plan había fallado.
El fallo del plan fue una enorme pérdida. Sin esos documentos no habían pruebas que respaldaran el hecho de que las criaturas eran armas que serían usadas contra Rusia y otros "enemigos". Además, Estados Unidos estaba aliado con Sillury en secreto y era más complicado revelar la verdad con esa gran potencia de por medio.
Sin embargo, Karl tenía un último sacrificio por hacer.
Un sacrificio que no solo le costaría su trabajo, sino que también, su vida.
Mientras se realizaba una junta secreta con el presidente, Karl decidió hacer algo arriesgado. Se adentró en la oficina de Jones luego de haberles mentido a los guardias, y sin dudarlo un instante más decidió inspeccionar la caja fuerte.
Introdujo la fecha de cumpleaños del presidente Jones, pero no funcionó. Intentó con el día en el que quedó electo, pero tampoco. Solo tenía una oportunidad más o sino la caja se bloquearía.
Por último, decidió insertar la fecha en que las criaturas serían liberadas en Rusia: 22 de junio de 2036.
Y la caja se abrió.
Su corazón dio un vuelco al ver la cantidad de documentos que permanecían allí. También había fajos de billetes, pero el dinero no le importaba en ese momento.
Tomó la carpeta que tenía las siglas de la organización macabra y lo abrió: Fotografías de cuerpos humanos ensangrentados y con extremidades deformes era lo que inundaba parte de los documentos. Animales lastimados, convertidos en monstruos. Y científicos de batas blancas manipulando la sustancia.
—Tremenda mierda —dijo con impotencia.
La última página eran observaciones hechas por expertos, las cuales señalaban que las criaturas estaban aptas para ser llevadas a campos de guerra. Allí no especificaba que eran armas, pero era más que obvio.
—Dios mío, espero que esto sirva para hacerlos pagar por lo que hicieron.
Sacó su celular y tomó fotografías rápidamente y las envió a Richard Wegner. No había tiempo. Marcó su número, pero no respondió así que dejó un mensaje:
—Aló compañero, soy yo, Karl. Has hecho mucho por mi, amigo. Y esta es mi forma de agradecértelo, espero que sirva de algo. Supongo que no podremos vernos de nuevo, pero te deseo mucha suerte y por favor, haz que todos estos sacrificios valgan la pena. Destruye a MABS.
Colgó y decidió lanzar el móvil al suelo, comenzó a pisotearlo hasta dejarlo totalmente destruido. Sin embargo, era consciente de que hacerlo añicos no serviría de mucho si Richard no se daba prisa. En cualquier momento, los informáticos del gobierno se filtrarían y eliminarían los archivos.
Hecho aquello, se sobresaltó ante la inesperada entrada del agente Rifftod y dos de sus secuaces.
—¡Vaya, vaya! ¡Miren a quien tenemos aquí! —exclamó aplaudiendo pero luego observó atónito los documentos en el escritorio, y luego vio la caja fuerte que se encontraba abierta.
—Por fin todo esto va a terminar. Ya es demasiado tarde. Wegner ya tiene estos documentos bajo su poder —Karl esbozó una sonrisa triunfante, pero la verdad es que estaba sumamente aterrado por lo que se aproximaba.
Rifftod parecía desdeñoso. Le gritó a sus hombres que informaran a Jones, se acercó a Karl con rapidez y liberó su furia propinándole un puñetazo en la mejilla.
—¡Maldito traidor!
Karl sabía que era inútil intentar defenderse, así que no tuvo opción que permitir que lo golpearan hasta romperle los dientes...
Karl fue llevado al sótano de la casa presidencial. Nadie lo sabía, pero allí abajo tenían cárceles y se realizaban torturas espantosas. Lo metieron en una celda sucia y llena de moho y lo encadenaron por un buen rato hasta que Jones hizo presencia en ese mísero lugar.
—Señor presidente, que gusto verlo —dijo Karl con una sonrisa —. Veo que está enojado ¿Qué pasó? ¿Alguien abrió tu caja fuerte?
Karl estalló en carcajadas. Pero el presidente no le apartaba la mirada de encima, aquella mirada solo reflejaba furia.
—¿Cómo supiste la clave de la caja? ¿Alguien te lo dijo? ¡¿Hay otro maldito traidor?!
—Si... Rifftod me la dijo —mintió.
Rifftod abrió los ojos más de lo normal y negó con la cabeza rápidamente.
—No, señor. Eso no es verdad.
Jones lo fulminó con la mirada, pero no se creyó la mentira de Karl.
—¿Crees que puedes derrotarme con esos documentos? Encontraré a Richard antes de que los revele al mundo. Pásame el alicate, Rifftod. Ahora.
Jones se adentró en la celda. Se acuclilló frente al prisionero y con una sonrisa le sujetó la mano.
—¿Quieres ser tan amable de decirme donde se esconde Wegner y su gente? —le pidió con una estúpida sonrisa en el rostro.
Karl le escupió en la cara y a cambio, uno de sus dedos sufrió las consecuencias.
Jones le rompió el dedo meñique usando el alicate.
—¿Estás seguro de que quieres seguir haciéndote el marica? ¿Vas a permanecer callado?
—¡A la mierda! —vociferó Karl y sus alaridos de dolor resonaron por todo el lugar.
Su dedo índice y su meñique emanaban sangre a borbotones. Era doloroso. Karl no paraba de gritar por el dolor.
—Eso no va a funcionar, presidente —interrumpió Rifftod y se adentró en la celda con esa mirada sádica que lo caracterizaba —. Esto lo hará hablar.
Rifftod mostró una jeringuilla que contenía claramente la sustancia verdosa, misma que provocaba las mutaciones y que había dado origen a las criaturas.
—Aplícala en mi cuerpo. Será doloroso, pero te aseguro que eso no me va a hacer hablar —se burló el vicepresidente con la voz temblorosa.
Estaba furioso. Asustado. El dolor solo hacía que deseara morir.
—¿Quién dijo que esto iba para ti?
Un soldado apareció por el pasillo y trajo consigo a una niña... ella era...
—¡Magdy! ¡Mi hija no! —bramó Karl. Toda su firmeza, toda su arrogancia había desaparecido al ver a su hija ser tratada como un animal. La traían arrastrada por el pasillo, la sujetaban de su hermoso cabello rubio y la forzaban a avanzar. La lanzaron al suelo, justo frente a él. La niña estaba temblando.
—Papi... ¿Eres tú?
La niña se echó a llorar. Intentó llegar hasta Karl para abrazarlo. Pero Jones la agarró del pelo y la empujó hacia atrás haciéndola caer de espaldas.
Karl no lo entendía. Había mandado a toda su familia lejos del país. Estaban en Japón ¿Cómo capturaron a su pequeña?
—¡MALDITO BASTARDO! ¡Deja a mi hija en paz! ¡Mátame! ¡Mátame! ¡A mi niña no le hagas nada!
Las lágrimas salían de sus ojos. El dolor en sus manos era intenso, pero era peor soportar el daño que le harían a su niña de diez años.
—Ten por seguro que ella saldrá viva de aquí. Pero a cambio, debes decirnos en donde se esconde Richard —insistió Jones y se agachó para quedar a la altura de la pequeña. Le acarició la mejilla y le dio un beso. Karl gritó hecho una furia, ordenándole que no la tocara con sus sucias manos —. ¿Has cambiado de opinión?
Karl tenía que ceder. No podía dejar que la lastimaran.
Creyó que sería capaz de soportar cualquier tortura. Sabía que ante todo, no diría ni una sola palabra. Pero nunca pensó que hija se vería implicada y pagaría las consecuencias.
La niña lloraba y suplicaba que la soltaran mientras que la jeringuilla, lentamente, alcanzaba su cuello.
Karl no pudo guardar silencio y la ubicación de la organización rebelde quedó al descubierto...
Ni él, ni su niña, salieron vivos de ahí.
ESTÁS LEYENDO
Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]
Science FictionLa falla en el laboratorio desató el caos. Las extrañas criaturas, producto de un virus misterioso, ahora andan sueltas y están destrozando todo a su paso. Se han multiplicado a gran escala, y es casi imposible frenarlas. Una nueva especie. Un futu...