Capítulo dieciséis

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—Dame un informe detallado sobre la situación actual —pidió el señor Wegner mientras supervisaba cada pantalla frente a sus ojos. Los muchos informáticos que trabajaban por su misma causa tecleaban desenfrenados y realizaban un monitoreo exhaustivo de las noticias recientes y de los anuncios del gobierno.

—Según el radar, una manada se dirige hacia el norte. El gobierno las está atrayendo con toneladas de carne —le informó uno de sus hackers más preciados, Jonathan. Se trataba de un muchacho de veintiséis años que tenía bajo su control todas las redes de comunicación del gobierno, y por lo tanto, podían enterarse de gran parte de los planes y las medidas que estaban tomando —. Según el informe de ayer, han capturado diez especímenes. Y planean capturarlas atrayéndolas con carne. Al parecer les está dando resultado.

—Maldita sea ¿Y qué hay de la alfa?

Richard observó los rostros de perplejidad de todos los presentes.

—La han perdido —soltó otro muchacho de repente.

—¿Cómo que la han perdido?

—El rastreador de la alfa fue alcanzado por una bala. Una escuadra militar lo encontró días después en un bosque y el artefacto estaba destrozado. Ya no la pueden rastrear por lo que su ubicación ahora es desconocida —finalizó Jonathan y tragó saliva.

Wegner golpeó el escritorio.

La organización rebelde, después de tantos años de inauguración había mejorado muchísimo en muchos aspectos. Richard, con ayuda de otros como él implementaron los mejores informáticos y hackers de Sillury, se las ingeniaron para conseguir armas ilegales a través del mercado negro, y construyeron la base secreta, que aunque no era enorme como la de la organización enemiga, era suficiente para elaborar todos los proyectos contra MABS. Sin embargo, y como era previsto, no tenían los mecanismos para tomar medidas y enfrentarse al gobierno. No tenían la capacidad para frenar a las criaturas. Lo único que estaba a su alcance era informar a Rusia, pero no podían hacerlo sin pruebas contundentes.

—¿Cómo van los preparativos para el asalto? —preguntó cambiando de tema.

—Todo listo, señor. Pero necesitamos a Julia Jones. Pronto estará llegando a la instalación —le respondió el hacker y se acomodó los lentes —. Con ella tendremos acceso a la bóveda secreta del laboratorio en donde empezaron los experimentos. Sacaremos todos los informes y los enviaremos al gobierno de Rusia. Todo el mundo ya sabe de la situación por la que atraviesa Sillury, pero si se enteran de que esas cosas son armas biológicas se volverán locos.

—La única forma de frenar el proyecto es por medio de una guerra. Se reproducen en masa, solo es cuestión de tiempo para...

—Señor Wegner. Tenemos una situación importante en el laboratorio —la voz de Samara, su asistente, lo interrumpió. La chica rubia se limpió las gotas de sudor que emanaban de su frente, y aunque siempre sonreía, ahora estaba seria y parecía preocupada.

—Volveré enseguida. Cuando regrese quiero que nos centremos en el plan que se realizará en dos días ¿Entendido?

Todos respondieron en coro con un "si, señor" y se centraron nuevamente en las pantallas. Richard siguió a Samara por el corto pasillo, traspasaron la abertura en forma de arco que llevaba al laboratorio y se detuvo desconcertado al ver que muchos de los científicos y biólogos se arremolinaban en torno a un grupo de personas.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó en voz alta. Recibió de inmediato la atención de todos, y los murmullos que llenaban la sala quedaron apagados por completo.

—Han bajado sin autorización. Al parecer son las personas que usted mandó a traer. Los de la llamada —le explicó Samara.

—Dijeron que tenían que hablar con usted, y que era importante —intervino el joven militar de ojos claros. Se trataba de Matthew, el hermano menor del biólogo Peter Dorwin, mismo que llevaba ejerciendo su labor desde que se inició la organización rebelde —. Me obligaron, señor. Pido mis más sinceras disculpas.

Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora