Capítulo veintinueve

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Richard se encerró en su oficina del piso subterráneo. Cuando llegó a la organización, acompañado de Julia y del sargento Jefferson, evadió todas las preguntas y dejó que fuera Julia quien las respondiera. Le costaba muchísimo informar que el plan había fallado. Era vergonzoso.

Había puesto mucho esmero en aquella operación, pero la aparición tan pronta del gobierno fue impredecible.

Descolgó de la pared una réplica de la pintura "El hijo del hombre" de René Magritte. Y dejó a la vista la caja fuerte incrustada en la pared. Giró la manecilla en varias direcciones, siguiendo un movimiento ya calculado. Solo él conocía la manera de abrirla.

Se escuchó un clic y la puertecilla se abrió. Adentro no había nada más que papeles importantes que durante años mantuvo para apoyar la causa rebelde contra MABS y el gobierno.

Agarró una carpeta en específico y regresó a su escritorio. Pasó hoja por hoja tachando nombres de las tantas bajas que se habían provocado en tan solo esa noche. En la reciente operación del laboratorio, murieron quince hombres, los cuales pertenecían a la escuadra alfa. Pero incluyendo a Jass, Omar y otros que murieron en el enfrentamiento con los hombres de Rifftod, sumaban más de quince.

No se podían permitir tantas muertes, empezando porque no eran muchos los soldados con los que contaba.

Richard trató de mantenerse firme, portarse como lo que en el ejército se llama "Ser profesional y menos emocional" pero no pudo. Las lágrimas recorrieron sus mejillas.

No murieron personas que simplemente trabajaban para él, no. Murieron personas cuyas familias esperaban volver a ver, personas que fueron leales a la causa y al bienestar del país. Personas que sabían perfectamente lo que era correcto defender.

Sin darse cuenta, Richard entró en un trance emocional. Se quedó mirando el expediente de Omar, su viejo amigo. Aquel hombre, que aunque parecía hostil a simple vista, sonreía en su fotografía y enseñaba los hoyuelos en sus mejillas. Abajo, la casilla de miembros familiares estaba vacía. Omar no tenía familia. Luego miró el expediente de Jass; aquella chica risueña que tanto lo hacía reír, era hermosa. La forma en la que murió lo tomó desprevenido. Y se culpó a sí mismo por haberle permitido ir al laboratorio y ser parte de la operación. Su padre, el biólogo Peter Dorwin, estará resentido con él de por vida por no haber protegido a su hija.

Todas esas pérdidas tenían un fuerte impacto en el principal objetivo de la organización. Sin aquellos archivos, no tendrían manera de informar al mundo, no tendrían pruebas y sus demandas quedarían en vano. Sillury despedazará a Rusia al mandarles esas criaturas, y cuando el mundo se entere será demasiado tarde.

De alguna manera, se sentía como si Richard hubiese fracasado. Se imaginaba lo descontentos que estarían sus compañeros con los que antes trabajaba en MABS, y que se arriesgaron para dar vida a la organización rebelde y librarse de los planes sádicos del gobierno. Muchos dieron su vida y ahora, hicieron que sus muertes no fueran en vano.

Escuchó dos golpes, y la voz apacible del sargento Jefferson se oyó al otro lado de la puerta:

—Señor Wegner, lamento molestarlo, pero si puede me gustaría hablar con usted. Es sobre mi amigo, el recién llegado Alex Lewis y su esposa Margaret.

Richard parpadeó varias veces y recobró el sentido. Suspiró hondo para aliviar semejante carga emocional y luego le pidió que pasara. Jefferson entró lentamente a la oficina y cerró la puerta tras de sí. Estaba siendo muy precavido.

—¿Cómo están ellos? ¿Ya mis hombres les han brindado comida y atención médica?

—Es complejo. Alex tiene heridas por doquier, y en cuanto a su esposa, está desnutrida. Pasaron mucho tiempo perdidos en el extenso bosque de esta zona. Debió ser horrible —afirmó Jefferson y se sentó en el sillón.

Estado de Emergencia [Saga Descontrol #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora