-No confío en nadie, incluyendote Levi
- Mi Lady no necesito que confíes en mí para amarte ni mucho menos para cuidarte.
Elba Albrecht llegó a la legión después de escapar de la tormentosa vida que vivió en el subterráneo, pero se encuentra con múlt...
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' Del mismo dolor vendrá un nuevo amanecer '
No me gustaba ser consiente de mi propio entorno, siempre estaba distraída con algún pensamiento que se me venía a la mente y despegarme de el era un verdadero reto. Justo en este momento solía pensar y vagar en mis profundos encuentros casuales que mi mente sugería, mientras la literatura de mi libro favorito esparcía sus letras sobre mi.
Me encontraba leyendo en uno de los grandes jardines tomando un poco de té amargo, mientras esperaba el regreso de mi amado padre, el cual era Capitán de la legión del reconocimiento. Siempre me alarmaba bastante cuando salía de los muros, muchos lo juzgaban ya que, el siendo un prestigioso conde (sin necesidad al parecer de los demás de poder combatir fueras), lo hacía con mucha honra, tanto así que era de los mejores soldados que se disponían a enfrentarse a los Titanes.
Al igual que mi padre en aquel entonces cuando era tan solo un joven y que su deseo era saber que había más allá de tan inmensos muros, mi despertar de aquella curiosidad también llegó a mi, preguntándome qué habrá más allá de lo que nuestra reducida humanidad conoce o se puede tan siquiera imaginar.
- Lady Elba, su padre ha llegado y solicita su presencia.- dijo aquel mayordomo que tan bien cuidaba de mí.
-Llego más de lo esperado.- dije.
Cerré aquel libro de pasta roja mientras tomaba con las delicadas yemas de mis dedos el suave vestido que su tela solía arrastrar por debajo de mis tobillos.
Crucé por aquellos inmensos pasillos llenos de decoraciones ambiguas, tratando de no chocar con alguno de los sirvientes quienes se encontraban limpiando cada esquina de los salones.
Al llegar al salón principal y antes de que las puertas se abrieran frente a mi, solté mi vestido tratando de alisarlo un poco con la palma de mis manos, intente acomodar mi cabello que por correr tanto se había despeinado un poco; enderece mi espalda tratando de no verme encorvada, puse mis manos entrelazadas por debajo de mi pecho mientras suspiraba unas cuantas veces.
Cada vez que mi padre llegaba a casa, me ponía bastante nerviosa, cada encuentro era realmente como ver a una persona nueva para mí, solía llegar bastante cansado y más envegecido que la última vez.
Dejando de lado un poco mis nervios combinados con felicidad, tomé los picaportes de aquella inmensa puerta y los incline hacia abajo haciéndo que se abriera con cuidado y sutileza.
Cuando las puertas estuvieron completamente abiertas pude ver el interior de aquel inmenso salón dejandome ver a aquel hombre que me ha visto crecer a pasos apresurados.
