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Me gustas...

La chimenea estaba encendida y habían como treinta personas hablando frente a ella, la mayoría de ellos con copas de vino tinto en la mano, había uno que otro mesero que pasaba con una bandeja de plata que contenía pequeñas pruebas para los invitados.

Camino del brazo de Balderik mientras miro todo a mi alrededor. Cuando salimos de la estancia, veo a varios bailar la música clásica que está sonando en esos momentos, no reconocía la música ya que yo no era de escuchar música clásica, pero estaba comenzando a gustarme.

Todo se veía perfecto a pesar de que todo era blanco, las lámparas de araña eran enormes y eran de cristal con diseño de gota de lluvia, hasta logre contar que estos contenían treinta y dos luces cada uno. Alrededor de la pista habían mesas con manteles blancos con centros de mesas de cristal con forma de cisne.

— ¿Les gustan los cisnes? — Preguntó una vez volteo a ver por la ventana cuando veo figuras de cisnes de nieve.

— Sí, de hecho tienen dos cisnes de mascota, pero ambos están guardados por el momento, los D'angelo son bastante serios cuando se tratan de sus cisnes.

En medio del jardín se lograba ver una pista de baile también, pero afuera no había nadie, probablemente por el frío y porque estaba comenzando a nevar.

— ¿Podemos ir afuera? — Preguntó aún admirando el jardín, no era muy grande, ni tampoco tenía árboles como los que había en casa de los Ricci, pero eso no quitaba que se veía precioso y más porque las plantas comenzaban a hacer su recorrido por las paredes.

Este jardín tenía un pozo de piedra en la esquina, se veía bastante viejo por el musgo que había entre las piedras.

— Claro, vamos por tu abrigo.

— No, quiero ir así — Me mira con una ceja enarcada como si estuviese loca, pero solo asintió.

No hacía tanto frío, al menos aún no siento escalofríos.

Balderik y yo caminamos hasta las puertas que dirigían al jardín con aquella pista de baile que aún seguía en completa soledad. El viento me recorre las piernas y los brazos cuando estamos por salir, las puertas estaban abiertas para todo el que quisiera bailar bajo la luz de la luna, pero todo mundo lo estaba haciendo dentro de esta enorme mansión entre la calidez de los cuerpos, supongo que sí estaba loca al querer salir.

Una vez afuera me acerco a las figuras de nieve para admirar los cisnes, incluso había uno que otro que tenían pequeñas coronas sobre sus cabezas. Me siento tentada a tocar, pero me abstengo porque no quiero arruinar lo que tanto debió de costar hacer esto.

Abro la palma de mi mano y cae uno, dos, tres, cuatro copos de nieve. Alzo la mirada y me alejo por completo de Balderik para acercarme a la pista de baile y poder bailar sola, no hacía tanto frío como esperaba y quería disfrutarlo, entrar en calor para estar más tiempo aquí afuera. Quería sentir los copos de nieve mientras bailaba en esta pista de baile que desde hace rato me gritaba por un poco de compañía.

Giro y extiendo los brazos como si fuese una bailarina y no puedo evitar acordarme de Tangie, mi pequeña hermana estaría encantada con este lugar, con la música y sobre todo con la nieve y los cisnes de nieve.

Una canción comienza a sonar, aquella canción me hace sentir como si estuviese dentro de un cuento de hadas, una muy bella y pacífica. Me detengo y suelto todo el aire contenido para luego alzar la mirada. Balderik seguía en el lugar en donde lo dejé, me estaba mirando con una sonrisa de labios cerrados, sus ojos a esta distancia se veían grises.

Él se acerca hasta donde estoy para luego mirar a su alrededor.

— ¿Has bailado alguna vez con el diablo a la luz de la luna? — Me extiende su mano. Miro su mano por un momento para luego volver a su ojos que se veían verdes ahora, un verde menta — Sería todo un honor para mi el que aceptarás esta pieza, solo sino tienes miedo.

Atracción PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora