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Alexander y Natasha

Al día siguiente hice la misma rutina que había optado después de... en fin. Desayune rápido y le deje el desayuno listo a mi abuela para luego irme a correr por el parque con Fang, esta vez a un paso más tranquilo, la frescura de la mañana nos iba a mantener de pie cuando volviéramos.

Después del ejercicio matutino, deje que Fang se restregará sobre el césped que tenía la abuela en la parte de atrás de la casa y le deje lleno su cuenco de agua. Me fui a duchar y al salir me coloqué otro conjunto de ejercicio ya que más tarde iría a las clases de artes marciales.

— ¿Cómo estuvo el camino? — Pregunta mi abuela en cuanto me ve entrar al comedor, ella ya solo estaba bebiendo su café y mirando el periódico que el chico le trae cada mañana.

— Excelente — Suspiro satisfecha, me sentía como nueva y me agradaba esa sensación — ¿No viste a Fang? Fue atrás a terminar de agotar su energía.

— Sí lo vi, anda saltando entre los arbustos — Dice divertida volteando a mirar por el ventanal, hago lo mismo y localizo a Fang brincar felizmente tratando de alcanzar una mariposa que andaba volando sobre él. Sonrió al verlo, me encantaba verlo de esa manera — De esa manera se divierte mucho, esta en paz porque sabe que estás en casa.

— Fang es como un chicle conmigo y viceversa — Me siento frente a ella.

— He hablado con la gente con la que quiero que trabajes — Me comenta dejando su taza sobre la mesa — Estoy abogando porque Fang te acompañe en cada sesión, si es posible, quizás Fang también trabaje contigo.

— Abuela...

— No me refutes cariño, sabes que necesitas este empleo para poder salir adelante — Suelto un largo suspiro — Y tengo que decirte algo — La miro curiosa — Y quiero que analices bien lo que te diré y ya después tomarás una decisión.

— ¿De qué se trata?

— Sobre tu padre — Enseguida siento los nudos en mi estómago y en mi garganta — Él dejo unos documentos con tu nombre — La miro sin poder creerlo — He tenido tu herencia bajo llave esperando el momento adecuado para decirte, no lo hice antes porque estabas pasando por algo muy complicado y tampoco quería que recayeras en la depresión que te ocasiona cada que hablamos sobre tu papá — Suelta un largo suspiro — Quería esperar un poco más, pero creo que si espero te vas a enfadar — Hace una mueca — Ten — Me entrega una carpeta azul cielo — Tu padre se encargó de heredarte su dinero que tiene en el banco, de hecho me encargué de que todo te fuera transferido en tu tarjeta y también te dejo la casa y la camioneta — Miro los papeles y solo me enfoco en la firma de mi padre — Ya es decisión tuya lo que quieras hacer con las cosas.

— No tengo cabeza para pensar en eso — Trato de no derrumbarme — Solo... no — Me levantó con brusquedad y me encamino a abrirle la puerta a Fang, quien estaba bebiendo del cuenco.

— Lo siento mi niña — Me dice arrepentida al tiempo que se levanta para acercarse, antes de que me toque me aparto y cierro la puerta una vez que Fang entra a la casa — Brigid... — Dice dolida y me detengo en cuanto la escucho hablar de esa manera.

Me giro lentamente con la mandíbula tensa tratando de contener las lágrimas, estaba cansada de llorar, sabía que no había nada de malo en hacerlo pero me sentía harta de sentirme tan débil y triste. Ella me mira con tristeza para luego rodearme con sus brazos. «No te quiebres, no te quiebres» Ruego profundamente aceptando el abrazo de mi abuela.

— Perdóname cariño, pensé que era el momento. Debí esperar un poco más...

— No, tranquila — Acaricie su espalda — Gracias por decirme, pero me hubiese gustado que él siga aquí... que yo... — Aprieto los labios cuando mi voz se quiebra a media frase. «No te quiebres, no te quiebres» me reprendo a la vez que me obligo a tragarme el dolor y encerrarlo de nuevo — Yo quisiera poder ir a casa sin tener que recordar la última vez que vi a mi papá — Su agarre se intensifica — No me gusta recordar eso porque él regresó por ellos porque yo se lo pedí y es que no sé cómo sentirme porque amo a Fang y no quería dejarlo a su suerte, pero al que perdí fue a... — Todo mi esfuerzo se fue al caño cuando las lágrimas empezaron a salir sin mi permiso — Mi papá.

Atracción PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora