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El comienzo del Invierno

Desmond

— Quieres más hombres — Asiento de lo más relajado. Ambos estábamos en un lugar bastante seguro en donde mis experimentos estaban como animales hambrientos, caminando de un lado a otro mientras que nosotros estábamos en lo más alto con una ventana polarizada, prohibiéndoles a ellos vernos.

— Me tomará tiempo para hacer la dosis, pero tengo una prueba aquí — Sacó un pequeño frasco con la dosis para crear a otro ser humano mucho más fuerte y rápido.

El hombre frente a mi observa el frasco y sonríe mientras pasa su dedo índice por la orilla de su copa de vino.

— Tengo a alguien disponible — Dejó el frasco de nuevo en mi bolsillo — ¿Es bastante fuerte? ¿Un niño es capaz de soportarlo? — Enarcó una ceja.

— ¿Quiere que está dosis se lo inyecte a un niño? — Asiente.

— Es mi sobrino — Empieza — Tiene ocho años y es bastante débil, tiene asma desde los cinco, es alérgico a muchas cosas que la casa tiene que permanecer limpia todo el rato, mis sirvientas hacen limpieza tres veces al día, la habitación de mi sobrino es una cápsula que prohíbe que entren bacterias y el aire contaminado. No ha conocido los rayos del sol y mucho menos la naturaleza — Me mira — Ya me hablaste de las cosas que puede hacer esa dosis, estoy viendo tus experimentos — Voltea a verlos.

— ¿Y está consciente de que podría tener una deformidad? O ¿El qué muera en el proceso? Me está diciendo que es un niño débil, lo más probable es que muera porque es demasiado salvaje la dosis y como ya sabe, muy pocos sobrevivieron a la inyección — Asiente en silencio como si estuviera asimilando mis palabras. Miraba tan detenidamente los experimentos que estaban exigiendo por una presa nueva, pero las víctimas ya se han agotado y estaban más ansiosos por sangre.

— No tengo nada que perder — Me mira nuevamente — Si sale ganando estaré más que orgulloso porque demuestra ser más un Dubois que un Corrigan, sino, me he quitado una carga de encima — Asiento antes de darle un sorbo a mi copa de vino.

No me sorprendía para nada que esta gente sacrificara a su propia sangre porque la mayoría era tan ambiciosa de poder que solo pensaban en ellos mismos en lugar de su gente, su propia sangre.

— Muéstreme al niño — Me levantó una vez que él lo hace para guiarme fuera de la habitación en donde estábamos.

— Se llama Matías, ahora mismo debe de estar en su habitación — Dice mientras caminamos por el pasillo de la segunda planta de su hogar — Sus padres no sobrevivieron al atentado que sufrimos hace ocho años, su padre falleció por diecisiete balas, siete en la cabeza, cinco en el tórax y cinco en el abdomen. Mi hermana falleció desangrada al traer a Matías al mundo.

— No me interesa la historia — Digo con seriedad una vez nos detenemos frente a una puerta que tenía pequeñas estampas de Spiderman pegadas en el umbral — Solo quiero ver al niño para darle una respuesta — Asiente con seriedad. Abre la puerta en silencio dejándome ver primero una cabina desinfectante.

— Para verlo tiene que pasar por la cabina y encontrará una pared de cristal donde podrá ver a mi sobrino — Asiento y entro a la cabina en donde la puerta se cierra una vez estoy adentro y este comienza con su trabajo de desinfectar mi cuerpo por completo. Una vez que completa el trabajo, se abre la puerta frente a mi. Salgo dando un paso al frente y tal y como dijo el señor Dubois, hay una pared de cristal que me permitía ver al niño de ocho años que estaba sentado en el piso con un libro de cuentos en su mano.

El ruido que provoca la puerta de la cabina al cerrarse, hace que el niño alce la mirada. Cuando me ve, enseguida deja el libro en el suelo y se levanta para acercarse a la pared de cristal, mirándome con extrañeza.

Atracción PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora