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Estrellas
Bajo los escalones con pereza, aún tenía sueño, solo había podido dormir tres horas porque tenía que estar al pendiente de que Thomas y los demás llegaran a Alemania, ahora solo estaba encargándome de que me dieran reportes sobre lo que encontraban a su paso.
Ya eran las nueve de la mañana, hace una hora que Hela estaba afuera mostrándole a la chica como hacer los estiramientos y lo básico en cuanto a defensa personal. Desde mi ventana pude ver lo frágil que era, mi hermana la derribaba en un pestañeo.
— Buenos días — Veo a mi padre en el pasillo con una taza de café en la mano, ahora llevaba un traje distinto. Pantalones azul marino, camisa negra y una corbata azul marino. Como siempre llevaba su rolex plateado en la muñeca derecha y el anillo de bodas, jamás se lo quitaba — Encárgate de lo demás Anastasia — Le dice a la sirvienta — Y que Geronimo esté al pendiente de nuestra hermosa Apofis y de la gran Jichi — La mujer asiente antes de irse a toda velocidad, mi padre vuelve su mirada hacía mi — ¿Hay noticias de Thomas?
— Ya están en Alemania, ahora están buscando un lugar donde instalarse — Frunce el ceño — Tranquilo, le mande a decir que se hospedaran en un lugar bastante cerca donde encontrarán pistas.
— ¿Las están buscando? — Asiento — Bien — Se da la vuelta dispuesto a irse.
— Papá — Lo detengo — ¿Estás de acuerdo con que Hela entrene a la mujer esa? — Pregunto tratando de alcanzarlo. Ambos entramos a la cocina y deja su taza de café en la encimera. Veo su saco sobre una de las sillas y una carpeta llena de papeles, al parecer iba de salida.
— En realidad no me interesa lo que hagan con ella — Le da un último sorbo a su café — Confío en que tu hermana sabe lo que hace — Veo a Julieta entrar y enseguida se disculpa al vernos — Tranquila, ya me tengo que ir — Agarra sus cosas — Estaré aquí al anochecer, llevaré solo cuatro camionetas.
— ¿Quiere que le prepare algo rápido para el camino? — Pregunta Julieta un tanto nerviosa. Sé lo mucho que le cuesta ser amable con mi padre, pero así era el trabajo.
— No, ya compraré algo en el camino — Me mira — Cuida a tu hermana — Asiento y ya solo veo como sale de la cocina. Siempre me decía lo mismo desde que mamá desapareció y hasta ahora he cumplido con esa regla, cuidar de Hela.
— ¿Quieres que te prepare el desayuno, mi niño?
— Por favor, nana — Ella asiente dándome una sonrisa cálida. Me acerco al ventanal para ver a mi hermana entrenar con la chica.
Hela antes no era tan fuerte, ni tan sádica, menos tan centrada en aquellos movimientos que le estaba mostrando a su nueva amiga. Recuerdo cuando lloraba por las noches murmurando el nombre de mamá y siempre era yo quien me tenía que levantar de la cama para poder acostarme en la suya y poder calmarla, a ambos nos sirvió un poco porque yo tenía las mismas pesadillas.
Incluso recuerdo cuando Hela tenía catorce y trataba de bajar un libro, ella antes se refugiaba en los libros de fantasía y romance para no estar sumergida en la pesadilla que era nuestra vida. Ese día se subió a las escaleras para alcanzar bajarlo y resbalo, por suerte la atrape antes de que la idiota se golpeara la cabeza con el escritorio de papá.
— Gracias por atraparme — Se libero de mis brazos con la respiración agitada, el miedo aún se veía en sus ojos — Gracias, hermanito.
— Aquí estoy, siempre estaré para evitar que caigas — Ella me mira con ternura antes de abrazarme.

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Atracción Peligrosa
Roman d'amourColápsate. Desmorónate. Esta no es tu destrucción. Es tu nacimiento. Y el comienzo de una Atracción Peligrosa.