LXIII. El convaleciente

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México abrió sus parpados, pestañeando hasta acostumbrarse a la luz que se colaba por el gran ventanal de su habitación. Cada vez le costaba más y más mantenerse despierto.

Giro un poco su mirada ámbar y notó, para su sorpresa, que Guatemala estaba recargada sobre su cama, con los brazos cruzados a forma de almohada y su rebelde cabellera marrón sirviéndole de manta. Estaba sorprendido por no ver al alfa español.

Desde que había empeorado, su padre era el primero y último al que veía, nunca se separaba de él por más de dos horas. Cada vez que estaba consciente, España se veía más dolido y resignado.

Los tiempos que México pasaba despierto eran cada vez más cortos, tanto así que ya había perdido la noción del tiempo, no sabría que era tarde de no ser por el sol que se colaba alegre en su habitación, indiferente a su situación.

Aún si él se iba, todavía el sol saldría mañana.

Los omegas que sobreviven a un lazo roto son bastantes. El que tu "unión" con un alfa se desvanezca es, de hecho, mil veces preferible al abandono.

México había sido abandonado. Su lazo no se había roto pero tampoco tenía a su pareja a su lado y eso era condena a muerte, pues ¿cómo un omega puede vivir sin la atención del alfa que lo marcó? Simple, no puede.

¿Por qué se dejo marcar? Había practicado defensa personal hasta sangrar y meditado para que sus celos no se salieran de control. Pero todo se fue al carajo cuando esos ojos violetas miraron los suyos.

Aún si su cabeza le decía que estaba todo mal, que debía detenerse, que debía huir, algo más fuerte que su voluntad lo animo a permitir que el joven alfa lo tomará y reclamará como suyo.

El recuerdo de sentir sus dientes perforando su piel aún lo hacía sonreír con pena.

En esos días, pensaba mucho en él.

Su último recuerdo de ese alfa fue verlo en el suelo, desmayado. Al segundo siguiente, estaba en una van, con su hermanito mudo sujetando su brazo.

-¿A dónde nos llevan?- preguntó.

-El señor UK me pidió los llevará a su casa, joven. Am... le pido no se resista- respondió un chofer muy joven.

Podría haber indagado más, pero estaba muy cansado y se sentía... adolorido.

Recordó como España los abrazo con ganas apenas se vieron, con sus hermanos y hermanas rodeándolos y llorando a moco tendido.

Él también lloró. Berreo y chilló como jamás en su vida, sin entender muy bien el por qué, hasta que el ardor de su marca le hizo saber que había cometido la peor tontería de su vida.

Había sido marcado.

Lo que se sintió tan bien, tan correcto, ahora parecía una maldición. Él quiso rechazar el vínculo, lo cual es imposible para los de su género.

Visito miles de especialistas, ninguno con la respuesta que él buscaba, ninguno con la mágica solución de "no es grave, solo toma esto y quedarás sin marca".

Su única solución sería buscar a Rusia, su alfa.

El eslavo jamás le había dicho donde vivía, ni su edad ¡ni su apellido! Ni siquiera estaba seguro de que "Rusia" fuera su verdadero nombre. México podría recitar los programas favoritos del ruso, su color favorito, sus manías y sueños, pero nunca hablaron de cosas que pudiesen dar una identidad.

Sabía mucho y nada a la vez.

Por otro lado, prefería morir antes de volver a contactar a USA. Oh la ironía. Tal vez, si se hubiera tragado su orgullo, el americano tendría alguna respuesta y ahora mismo sería un omega fuerte, libre y sin dolor.

EL TRATO (USA X PERÚ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora