Capítulo 16

82 10 3
                                    

- Eres un imbécil - le solté a Innek en cuanto nos quedamos a solas.

- El tiempo apremia - comentó, sentándose en el sofá - sé que no tenías intenciones de hacerlo, así que tome la decisión por ambos.

- ¿Ambos? - enarqué una ceja - Acabas de destruirme la vida por tu absurda necedad de poder.

- ¿Eso crees?

- ¡Por supuesto que sí! - me acerqué hacia él y lo enfrenté - ¿Cómo te enteraste?

- Deberías ser más específica.

Su rostro se mantuvo serio, pero sus ojos reflejan el orgullo y perspicacia que le proporciona darse cuenta que ya sé todo. Achique la mirada y me acerque a él.

- ¿Cómo y cuándo te enteraste de la profecía?

- No tengo porque contestar a tus dudas, lindura.

- Oh, pero lo harás - lo tomé del hombro y le hice quedar casi ensartado en el sillón. Alcé un pie por sobre sus piernas, encerrándolo - ¿Me mandaste a investigar?

- Si. Al principio - comenzó a soltar, con cierta molestia.

- ¿Y ahora no?

- Tienes tus respuestas sin que sea yo quién las diga - se intentó zafar, pero presione mi cuerpo contra el suyo - ¿En serio? Bien. Contesta una de mis preguntas y contestaré las tuyas.

- No me parece que estés en condición de negociar.

- Ahora somos esposos según la ley. Creo que es un buen momento para conocernos - me sonrió de medio lado y con una de sus manos acaricio mi mentón.

- Si me vuelves a tocar así, juro que te haré rogar - le miré fijamente con molestia y le di un manotazo.

- Soy un Rey, eso no será fácil.

- Y aun así sangras, cómo todos.

- Eres un enigma, Atenea Morgenstern. O debería decir ¿Atenea Gotduvnho?

Cambié y le di un puñetazo en el pecho, haciéndonos caer con todo y sillón.

- Escúchame bien... Nuestra relación será únicamente profesional ante los ojos de las hadas. No somos pareja. No somos amigos. Y ni se te ocurra ponerme una mano encima porque te arrepentirás. ¿Lo entiendes?

- No esperaba menos carácter de alguien como tú - señaló con obviedad - aunque es necesario precisar que somos esposos a ojos de todo el exterior, por lo que tendremos una comida pronto con los regentes de cada especie para presentarte con tu nuevo estatus.

Me dedique a mirarlo con desagrado y molestia.
Sabía que el Rey puede ser una persona fría e impositiva, pero no esperaba que jugara sus cartas así y me amarra a él de esta manera.

- ¿Sus Majestades? - alcanzamos a escuchar desde el exterior.

Ambos nos miramos un momento, mostrando fastidio por esta intrusión.

- Continuaremos en nuestra alcoba - soltó antes de darle permiso al guerrero de entrar y acomodar el mueble - ¿En qué podemos ayudarte Zafre?

- Lamento la interrupción - comento, dándonos un vistazo general - el hermano de la Reina solicita una audiencia con usted.

- Dile que pase - indico, entre sorprendido y curioso - ¡Oh! Y escolta a mi esposa a nuestra habitación.

- A sus órdenes.

El caballero asintió con la cabeza y me observo, dejándome hacer lo mismo. Su piel es grisácea como una piedra, aunque parece tan tersa como la de cualquier hombre o mujer, tiene una estatura promedio y trae en la espalda un hacha, lo cual me hace pensar que es excelente en su campo, sin embargo, lo más inquietante son sus ojos, los cuales son anaranjados con pupilas verticales.

Los Nuevos MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora