Dazai

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Un espejo roto

En los últimos días, Chuuya me ha obligado a ir a comer las 3 comidas. Pensé que era broma, pero si tiene la fuerza suficiente para llevarme cargando a la cocina. La cocinera ha estado muy sorprendida por verme, y siempre me dice que me puede servir más. Chuuya si se sirve de nuevo, pero yo con una vez tengo.

Como está sancionado, no puede salir el fin de semana, y yo tampoco tengo mucho que hacer hoy fuera de la escuela, así que le pedimos un balón al profesor Fukuzawa, el de deportes, para jugar baloncesto.

Por cierto, estoy casi seguro de que lo acusó el chismoso de Tachihara. No tengo pruebas pero tampoco tengo dudas.

Al comenzar a jugar, me sentía bien. En los primeros 15 minutos yo le iba ganando, llevaba 5 canastas y él solamente 3. Cada que le bloqueaba sus canastas, se enojaba y se lanzaba a quitarme el balón.

-¿Es lo mejor que puedes haces, enano? -pregunté, botando el balón contra el suelo mientras sonreía por su cara de enojo -Pensé que sería más complicado.

-No te confiés, Dazai -respondió con una curiosa sonrisa -. Esto apenas comienza.

Rápidamente se lanzó hacia mí y me quitó el balón, corriendo hacia la canasta y encestando.

Bien, chiquitín, juguemos.

Jugamos toda la mañana. Me metió una paliza. Mis piernas temblaban y sentía como se secaban mis labios, pero él seguía como si nada. Sudado y ligeramente rojo de las mejillas, pero podía seguir y seguir jugando.

-¿Ya te cansaste, Dazai? -preguntó, botando el balón en el suelo.

-No aguanto tanto como tú -resoplé, tomando aire -, hubiera preferido ir a las maquinitas.

-Hasta dentro de tres semanas -bufó, lanzando el balón y encestando una canasta -. Vamos, aún aguantas.

Accedí a jugar con él de nuevo. Gran error. Ya no aguantaba mis piernas, las vendas me picaban del sudor. Estaba ya bañado en mi sudor. Me tiré al suelo a tomar aire mientras Chuuya me miraba divertido.

Voy a borrarte esa sonrisa de la cara cuando vayamos a las maquinitas, enano.

-Ven, vamos a la cocina a tomar algo.

-Faltan 2 horas para la comida -suspiré desde el suelo.

-No creo que nos nieguen un vaso de agua -tomó el balón en su brazo y con el otro, ayudó a que me pusiera de pie.

La cocinera se sorprendió tanto de haberme visto jugando, que hasta nos hizo un sándwich con queso a cada uno. Lindo. Chuuya lo devoró al instante, pero yo sentía unas enormes ganas de vomitar, así que lo comí despacio. Mientras Chuuya le contaba feliz a la cocinera la paliza que me metió, ella escuchaba atenta mientras comenzaba a hacer la comida de hoy.

Comeremos pescado.

Cuando acabé mi sándwich, nos dirigimos a las habitaciones para bañarnos, ambos estabamos empapados de sudor. Al salir de la cocina, vi pequeños destellos de luz que me cegaron.

-¿Estás bien? -preguntó Chuuya, viendo que me detuve de golpe

-Si, es sólo demasiada luz -su mirada feliz se volvió de preocupación.

Seguimos caminando. Al llegar a las escaleras, recuerdo que todo comenzó a moverse, las luces volvían y se iban, la cabeza me daba vueltas sin parar y las ganas de vomitar se hacían más grandes. No sé que pasó, pero la mirada de Chuuya era alarmante. Me sujetó del brazo y me ayudó a sostenerme en pie, antes de cargarme y llevarme corriendo a enfermería.

Mi estúpido compañero -SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora