Dazai

3.3K 344 466
                                    

Llevo en esta camilla dos días. El primer día, a Chuuya no le molestó faltar a clase, se quedó conmigo todo el día. Cuando desperté, lo encontré dormido en el suelo, con una chamarra a modo de cobija. ¿Esa es la chamarra de Odasaku? No lo sé, no quiero pensar en eso ahora.

Ese día me costó verlo a la cara. Después de todo lo que pasó, el susto que le metí... Mejor dicho, a todos. En el recreo, Kunikida, Atsushi y Tanizaki vinieron a verme. Atsushi se lanzó hacia mí, llorando, abrazandome con demasiada fuerza, la suficiente para sacarme el aire y asustarse, pensando que me había lastimado más. Tanizaki también se unió al abrazo, mientras Kunikida sólo nos veía.

-Me alegra de que estés bien -dijo serio, cruzando los brazos

-Aaawww -canturré, con una sonrisa que lo hacía enojar -. Si te importo, Kunikida

Su cara se sonrojó débilmente mientras comenzaba a negar y decir que éramos compañeros y esas cosas.

Aja. Por eso estás aquí, Kunikida. No pude evitar soltar una media sonrisa.

El resto del día, Chuuya se quedó a mi lado, me leía un libro llamado El príncipe de la niebla. Lo terminó para el anochecer. La enfermera Elisa me llevaba la comida y me obligaba a comer, pero, aunque mi estómago pedía a gritos la comida, yo me negaba a comerla, escucha a mi estómago, pero yo no sentía hambre... La mirada de Chuuya era lo único que me obligaba a comer, después de todo, estoy aquí por él.

Ahora le debo la vida dos veces.

Pero aunque ese pelirrojo estuviera conmigo durante estos dos días, todavía no he sido capaz de hablar con él, de preguntarle como acabé aquí, o porqué no se ha ido a clase. No es que no me gusta su compañía, es sólo que... ¿Por qué?

No merezco que permanezca a mi lado, durmiendo en una incómoda silla, faltando a clases, comiendo a las carreras la comida que le trae la señorita Elisa. Merece ir a dormir a su habitación cómodamente, tomando todas sus clases. No perder su tiempo aquí, con este desperdicio de vendajes y suero...

Al atardecer del segundo día, Odasaku lo obligó a ir a su habitación a tomar un baño y dormir en una cama, prometiendo que me cuidaría. Se negó, pero Elisa lo obligó y ella, a pesar de su linda sonrisa, da algo de miedo enojada.

Y así fue como me quedé solo con Odasaku. El regaño está cerca, lo siento, comenzará a decirme que no debí hacer eso y muchas cosas más. Se sentó junto a mí, cruzando las piernas y tomando una caja de medicinas, comenzando a... ¿Leer los ingredientes?

¿Odasaku, que estás haciendo?

-No tengo ni idea de como se pronuncian estos compuestos -dijo al aire, mirando la caja -. Algunos ni siquiera me creo que los doctores sepan pronunciarlos o escribirlos.

-¿No vas a regañarme? -le pregunté, apretando la sábana.

-¿Por qué lo haría? -dejó la caja en la mesilla y se inclinó hacia delante -No tengo ninguna razón para hacerlo. Estás bien, eso es lo que importa.

-Pero... El profesor Mori dijo que...

-Dazai -me interrumpió -, no vine aquí a regañarte o darte una charla moralista. Vine porque eres mi amigo y quiero saber que estés bien.

No supe que decirle, miré hacia donde estaban mis manos. Las nuevas vendas picaban, no son las mismas que yo uso. Aunque creo que pican por mis heridas nuevas, en realidad, no por ser diferentes.

-Lo siento... -susurré, apretando mis manos -Yo... Ese sentimiento... Los recuerdos... -me costaba decir cada palabra, sólo de pensarlo ese sentimiento comenzaba a salir de nuevo.

Mi estúpido compañero -SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora