-XXVIII-

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Liam (POV):

Deje lo que estaba haciendo, me había quedado sin palabras tras lo que Sam acababa de decirme. Observe como comenzó a mover sus manos nerviosa esperando con ansias mi respuesta, sin embargo, no sabia bien lo que decir. ¿Convertirse en mujer loba? Era obvio que existían casos, pero la mayoría de los intentos habían fracasado provocando la muerte del individuo que intentaba cambiar su genética.

Cogí un trapo para limpiarme las manos volviéndolo a dejarlo en la encimera, aproveché para darme la vuelta y cerrar los ojos.

Era una idea nefasta, absurda y peligrosa.

-        ¿Li...? – Suspire girándome de nuevo.

-        No creo que sea buena idea bonita. – Su ceño se frunció.

-        ¿Por qué? – Cruzo los brazos sobre su pecho, mientras tanto yo me rascaba la nuca pensando cuidadosamente que palabras decir.

No quería que se cabrease.

-        Es... peligroso. Poca gente ha superado la transformación.

-        Pero... yo quiero ser mujer lobo. – Negue varias veces.

-        No sabes lo que quieres Sam.

Esta bufó indignada. Lo cierto es que pocas veces he visto a Sam cabrearle, y mucho menos conmigo. Pero tenia que ponerle los pies sobre la tierra y que se dejase de ideas locas que ponían en peligro su vida. No soportaría que le pasase algo.

-        ¿Perdona?  - Me susurro dolida.

Eso me provoco un pinchazo en el pecho, intente acercarme a ella, pero esta dio un paso atrás evitando mi cercanía.

-        Se mejor que tú lo que yo quiero. – Levanto el tono de voz marcando el "yo". – Quiero hablar con la Loba Blanca.

Abrí los ojos con una absoluta sorpresa. ¿Cómo sabia ella eso? Solo había dos maneras de intentar convertirte en un hombre lobo siendo humano, mediante la Loba Blanca y con una piedra de sangre de sirena. Ambas eran inútilmente imposibles, hasta ahora que una nueva loba blanca había nacido entre nosotros.

-        Sam... - Le advertí.

-        No eres el único que me puede ayudar a esto, si he acudido a ti es porque eres la primera persona que me ha venido a la mente, pensando que me apoyaría. – solté una risa sin humor. – ¿Te estas riendo de mí?

-        Me estoy riendo de la estupidez que estás diciendo.

Mi tono de voz sonó frio, demasiado para mi gusto, pero en este momento no podía evitarlo de ninguna manera. Me había tomado por sorpresa el deseo que quería, ella no era consciente del peligro que corría intentado convertirse en una mujer lobo. Era totalmente innecesario maldita sea.

-        Gracias por nada. – Sus ojos me miraron con tal decepción provocando que me arrepintiese en el momento de haberle contestado así.

Se dio media vuelta yéndose de la cocina, escuche como subía las escaleras corriendo, encerrándose en alguna habitación que seguramente no era la mía. Enzo entro por la puerta mirando extrañado la dirección en la que se había ido Sam, se acerco a la placa de cocina quitando la cacerola la cual me había olvidado de apartar del fuego.

-        Espabila tío. – Hice una mueca sacando los platos hondos de uno de los armarios para servir el estofado. - ¿Qué ha pasado?

Lo miré de reojo, a él era imposible ocultarle nada, aunque le mintiese sabría que no estaba diciendo la verdad, así que me ahorre hacerlo.

Mi perdición. #MT3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora