33. Limbo

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Siento como una mano me acaricia la mejilla, aprieto los ojos. La cabeza me palpita de dolor, pero ese lindo gesto es como el suave abrazo de una nube.

Escucho murmuros de voces que no logro distinguir, pero más de dos personas si hay en este lugar. Mi mente está en blanco, mis manos sujetan con fuerza la sábana con la que estoy cubierta y ni siquiera quiero dormir, simplemente quiero mantener los ojos cerrados.

-¿Estará bien?- La voz de Carl suena cerca de mí.

-Solo tiene resaca.- Daryl suelta una pequeña risa.

-Dejen dormir...- Susurro y comienzo a moverme.

-Si despiertas te haré waffles, Lana.- Esa voz.

Esa melodiosa voz me hace palpitar el corazón con velocidad. Siento los ojos pegados y no los puedo abrir, pero me esfuerzo para lograr hacerlo. Me reincorporó en la cama y cuando consigo abrir los ojos sonrío de soslayo al ver a Carl sentado en la cama a mi costado, Daryl esta al pie de la misma y mi padre... mi padre esta recargado del humbral de la puerta.

-Desperté.- Sonrío.

Papá me devuelve la sonrisa y sus ojos brillantes me miran, me observan con la ternura con la que lo hacia antes. Siento mi corazón querer salirse del pecho por la emoción que esta recorriendo mi cuerpo.

-¡Lana! ¡Lana!- Unos gritos de voz gruesa provienen del pasillo, haciendo que los tres hombres volteen hacia la puerta de mi habitación. -¡Lana!-

Abro los ojos de golpe, con el corazón latiendo al mil y la respiración agitada. Unas sábanas azules me cubren el cuerpo, el olor a perfume de hombre invade mis fosas nazales. No es mi habitación, ni tampoco la de Carl o la de Nic, no conozco este lugar.

Me levanto de golpe y un inmenso dolor en la frente se esparce por mi cabeza, coloco la mano en la zona afectada y con toda la fuerza de voluntad que tengo, abro los ojos.

Un enorme chico de cabellos negros que se soba la barbilla me mira con las cejas fruncidas.

-¿Joe?-

-Diablos... ¿Siempre despiertas así de intensa?- Su ronca voz penetra mis oídos.

¿Qué diablos hace él aquí?

Mis ojos se mueven por todo el lugar tratando de buscar algo conocido, pero no encuentro absolutamente nada. Eso significa que no estoy en casa, ni con Tara y mucho menos con Daryl.

-¿Do... dónde estoy?- La voz a penas y me sale.

-Tranquila, tranquila.- Joe se deja de sobar la barbilla y pone las manos frente a mí.

Su cara me demuestra pura preocupación y creo que es porque ha visto la mía.

-Yo... yo...-

-Tranquila, no pasa nada. Estás en mi casa, no te haré daño.- Sonríe de soslayo con mucha preocupación.

Probablemente la pregunta que comienza a formarse en mi cabeza es lo más estúpido del mundo y en cualquier parte, eso solo demostraría mi irresponsabilidad y mi probable muerte (siendo ya dramáticos)

-¿Por qué estoy aquí?- Susurro. Veo al morocho arquear la gruesa ceja que está perfectamente perfilada.

-¿Qué?-

-¿Por qué estoy aquí?- Repito.

-¿Cómo que por qué?- Ahora frunce el ceño. -Estuvimos en la fiesta de Rosita, la de fin de año...- Yo bajo la vista a las sábanas blancas y las aprieto contra mí. -¿No lo recuerdas?-

Mis grandes ojos se mueven y miran los suyos, trago saliva y después suspiro. Me estoy preparando para la absurda respuesta que daré.

-No del todo...- Me muerdo el labio inferior. -Recuerdo llegar, pero no salir...- Me encojo de hombros.

YES, DADDY T.2 (+18 Daryl Dixon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora