Treinta Y Uno

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Joaquín llegó a su casa un día y escuchó las voces del comedor, frunciendo el ceño, extrañado, fué hacía allá.

Encontró a su madre hablando lentamente mientras movía las manos, en gestos lentos.

Su madre desde hacía bastante tiempo que no enseñaba el lenguaje de señas a nadie, ya que no tenía a nadie interesado en aprenderlo.

Pero le parecía más raro que la mujer no le hubiera dicho nada.

Su madre solía usarlo para establecer conversaciones de señas con sus alumnos, siendo él el mejor estudiante de su madre, solía corregirlos, Joaquín era cómo la prueba de fin de cada semestre.

Se sorprendió al ver la cabellera gris platino que conocía bien.

Emilio.

¿Porqué su amigo estaba aprendiendo señas?

Al chico no le había interesado aprender nada a lo largo de los 2 años que llevaban siendo amigos, ¿Porqué lo haría ahora?

Los ojos de Emilio notaron su presencia y se congeló a mitad de una seña.

— Joaquín.

— ¡Oh! — la señora Bondoni se sorprendió, mirando a su hijo cómo si la hubiera atrapado haciendo algo ilegal, soltó una risa nerviosa —. Solecito, llegaste temprano, ¿Qué-? — se calló cuándo escuchó los pasos del chico subiendo las escaleras.

Iba a decirle algo a Emilio, pero el chico actuó por su cuenta, esquivándola para seguir a Joaquín.

La mujer reprimió el instinto de ir ella también.

Si había un momento dónde Emilio debería mostrar todo lo que habían practicado sería ese.



Seguimos con el maratón

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Seguimos con el maratón......

Nos vemos AlbertXioW.

Mute // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora